Todos los que en alguna ocasión han estado en las costas alicantinas o han veraneado en Santa Pola han divisado en medio del mar una especie de islote habitado. Allí, a lo lejos, se ve una porción de tierra donde sobresale una iglesia, también un faro en un extremo y unas pocas casas que llaman la atención. Hablamos, sin duda, de la isla de Tabarca, un enclave que se encuentra a poco más de cuatro kilómetros del cabo de Santa Pola y a unos ocho de este pueblo de Alicante. Es llamativo cómo en verano los ferrys llevan a turistas y curiosos a este lugar para pasar el día, hacer buceo entre sus amplios roquedales o simplemente para darse un baño en sus pocas playas. Eso sí, todo el que va a ella siempre está atento del último barco que sale de Tabarca, porque quien no lo coja tiene que pasar la noche en ella como sea. Y la noche en este islote es muy diferente a como la vemos en el día. Aunque también es un momento en el que dejar volar la imaginación. Una imaginación que nos transporta a la historia de un auténtico enclave de leyenda.
Tabarca, isla mítica y de piratas
Porque la historia de la isla de Tabarca nos transporta a la Antigüedad. Por ejemplo, se ha identificado con la mítica Planesia de los griegos o Planaria para los romanos, una isla mencionada por Estrabón en la que habría una atalaya y un templo dedicada a la diosa Diana. Todavía no está muy clara esta referencia, pero más adelante el cartógrafo musulmán Al Idrisi menciona a Tabarca como “Blanasia”, que podría tener que ver con el nombre de los antiguos. Como vemos esto sigue siendo un enigma, aunque las ánforas encontradas en sus profundidades marinas nos atestiguan de que el lugar ya era frecuentado en épocas grecorromanas.
Aun así, lo que sí se sabe es que durante la Edad Media, la isla recibe el nombre de San Pablo, por aquello de que Pablo de Tarso, según la leyenda, desembarcó en ella para difundir el cristianismo en estas tierras tan inhóspitas. Ya en el siglo XVIII es cuando recibe el nombre de “Nueva Tabarca” por un suceso bastante curioso. En el año 1770, el rey Carlos III consigue rescatar a los esclavos genoveses que malviven en la isla tunecina de Tabarka. Y por ello, los va a refugiar en esta isla frente a Santa Pola. Por tanto, los tabarquinos son descendientes de esos comerciantes italianos que fueron secuestrados en Túnez. A partir de ese momento, a este lugar se le conocerá como “Nueva Tabarca” o simplemente la “isla de Tabarca”.
Además que esta medida tomada por Carlos III tenía su lógica. La explicación se encontraba en los constantes ataques de piratas berberiscos que asolaban las costas de Alicante. Lo que hacían estos bandoleros del mar era situarse en esta isla y desde allí llevar a cabo sus saqueos y robos. Por tanto, si se repoblaba el lugar y se fortificaba, todos estos problemas con la piratería quedarían finiquitados. Así que queda patente que la isla de Tabarca es un enclave diferente, con una historia que merece la pena contar a sus espaldas y que, cómo no, también tiene sus leyendas. Relatos que siempre están unidas y entrelazadas con los misterios que encierra el mar.

El gigantesco ‘monstruo marino’ o la ‘llamia’ capturada en Tabarca
Sin duda, hablar de leyendas de Tabarca es hacerlo de supuestas criaturas y monstruos marinos que habitarían en sus aguas. Seres extraños que, hasta no hace mucho, todavía seguían en boca de los pescadores tabarquinos, que aseguraban haberlas visto en alguna ocasión. Avistado y capturado, porque existen documentos de ello. Por ejemplo, existe un recorte de prensa del histórico Información que cada vez que se tiene entre manos ilumina los ojos del lector. En él queda patente que lo mágico y lo real han ido de la mano hasta hace no mucho en la isla de Tabarca. El recorte está fechado en agosto del año 1946, es decir, de “ayer” como aquel que dice. El primer párrafo de esta información que inundó la prensa de la zona es magia por los cuatro costados. Asegura lo siguiente: “En la almadraba de la isla de Tabarca ha sido capturado un monstruo marino, de la especie llamada por los pescadores con el nombre de ‘llamia’. Alrededor de 40 hombres han intervenido en las operaciones de desembarco del enorme pez. Su peso ha arrojado 1.790 kilogramos y sus dimensiones han sido seis metros de largo por dos y medio de diámetro en su parte más ancha. Ha sido subastado en la Lonja y descuartizado”.
Además la noticia prosigue relatando que en el interior de este supuesto monstruo marino había bastantes sorpresas. En su estómago se encontró un enorme atún de 40 kilos que este ser había devorado sin complicaciones. Pero la cosa no acaba aquí: el hígado de esta criatura habría pesado en la báscula alrededor de 300 kilogramos, o lo que es lo mismo, produjo 100 litros de aceite. Pero ¿de qué monstruo estaríamos hablando? ¿qué sería una “llamia” para los pescadores de Tabarca? Lo primero que se nos pasa por la cabeza son las famosas lamias, esos personajes míticos muy parecidos a las sirenas, de indudable belleza y que se dedicaban a embelesar a los marineros más ingenuos. Aunque esto no encajaría si nos remitimos a las viejas leyendas tabarquinas. Leyendas que cuentan que las “llamias” eran criaturas de enormes dimensiones, con gran voracidad y agresividad, capaces de tumbar embarcaciones y devorar a quién se cruzase en sus caminos marítimos. Es decir, unos seres que mejor no encontrarse cuando salían a faenar por si a esta especie de “leviatán” del mar le daba por aparecer. Sin embargo, ¿hay alguna pista más de esta “llamia” capturada en los años 40?

Aunque parezca mentira la hay. La prensa acompañó a la noticia con una fotografía que impacta con solo verla. Esta imagen, evidentemente tomada en blanco y negro, muestra a varios hombres en lo que puede ser una lonja. En ella aparecen adultos, algún que otro niño, un guardia de la época y todos son fotografiados con aquella bestia. Un ser descomunal tumbado boca arriba, con su parte inferior rajada y con unos dientes que aterran solo con verlos. Esta criatura aparece muerta y los allí presentes sonríen e incluso se apoyan en él. Algo que no encaja con el miedo que les provocaba cuando este surcaba las aguas de Tabarca.
Esta criatura sería la “llamia” y este monstruo marino no dejaría ser otro que el temible tiburón blanco. Un tiburón blanco que, de vez en cuando, se deja ver en el Mediterráneo y que sigue causando el pánico de aquellos que se han topado de bruces con él. Miedo que ha quedado latente en leyendas e historias que, a día de hoy, se siguen contando a lo largo y ancho del Mare Nostrum. Por ejemplo, en la mitología griega nos encontramos con la figura de Akeilos, una bestia marina que mejor evitar. O en el folklore de Malta aún se relatan episodios con el monstruoso ‘silfjum’, que incluso el misterioso Athanasius Kircher lo menciona como una aberración de la Naturaleza. Por tanto, la “llamia” de Tabarca no sería más que otro ejemplo de ese aura legendario y mítico que ha rodeado al tiburón hasta prácticamente nuestros días. Un halo mágico que no es el único que nos podemos encontrar en la isla alicantina…

La ‘criatura marina’ que atormenta a los tabarquinos
En el extremo oeste de Tabarca, ya en el mar profundo, existen dos rocas submarinas que forman una cueva subacuática que a los expertos en buceo les encanta investigar en sus inmersiones. En este punto muy cercano al espolón conocido como “la Cantera”, y luego en los arcos que hay en una pequeña cala en el sur de la isla, eran los lugares escogidos para aparecer una misteriosa criatura marina que ha quedado grabada en los tabarquinos.
Este extraño ser hace muchísimo tiempo que ya no se ve, pero los más mayores del lugar siguen contando su presencia en los alrededores de la isla. Aseguran que era una criatura esquiva, que no se dejaba ver con facilidad. De hecho, los pescadores que consiguieron avistarla solo habían podido vislumbrar su parte inferior. Una mitad inferior que causaba suspicacias entre los tabarquinos. Decían que aquel monstruo tenía una cola similar a la de un delfín, pero con escamas y una aleta transversal. Sin embargo, de mitad para arriba, todo eran elucubraciones. Unos aseguraban que se trataba de una sirena, esos personajes que tanto aparecían en los antiguos mitos y leyendas. Otros no dudaban en afirmar que era otro ser, una bestia todavía sin catalogar. Eso sí, en lo que todos coincidían era en los enigmáticos ruidos que emitía. Estos sonidos provenían de las profundidades y retumbaban en Tabarca. Como es lógico, asombraban a propios y asustaban a extraños. A día de hoy, los ancianos de lugar siguen relatando las andanzas de esta criatura marina.
Andanzas que no solo impactaban en los isleños. También lo hacían en la economía de los propios tabarquinos, que vivían íntegramente de la pesca. A menudo veían cómo la almadraba estaba totalmente destrozada. Y por otro lado empezaban a darse cuenta de que las faenas habían bajado en picado. Todo porque el pescado era totalmente deglutido por esa «bestia marina» que merodeaba en aquellas aguas. Por tanto, o se le plantaba cara a aquello o podría acabar con el pan de las familias tabarquinas. Así que un buen día se armaron de valor para hacer frente a ese espécimen al que tanto temían. No sabían qué era y, por tanto, tampoco cómo enfrentarse a ello. Pero los vecinos y pescadores acordaron un plan. Una estrategia para acabar con aquel problema que se había convertido en endémico.
Viajamos al 26 de mayo de 1938. Esa jornada había sido el día elegido para acabar con aquel monstruo marino de Tabarca. Durante toda la noche anterior, los pescadores estuvieron preparando una enorme malla para poder atrapar entre sus redes a aquel ser. Y esa misma mañana, varios hombres se agazaparon en lo alto de los arcos de la pequeña cala del sur de la isla. Habían estado oyendo los misteriosos ruidos dentro de ellos, así que aquello debía estar en ese lugar. Lo curioso es que se percataron de que no era un solo ser, sino que había varios, porque los sonidos no procedían de una única fuente. Así que se tenían que preparar para lo peor. No obstante, en ese momento, se armaron de valor y comenzaron a tirar piedras al interior de los arcos. Sabían que así podían atraer a aquellos especímenes, así esperan a que salgan de su escondite. Cuando ven un aleteo en el agua, entendieron que era el instante de soltar la red. Entonces dejaron caer las grandes mallas sobre aquellos seres. Las dejaron caer y acertaron, porque consiguieron atraparlos. Entre las redes, capturaron a dos criaturas que no debían de estar allí. Una de ellas estaba muerta, ya que al intentar escapar de la trampa se golpeó mortalmente en la cabeza. Pero la otra estaba viva. Se trataba de un monstruo femenino, con la cola ya descrita, un rostro que impactó a los allí presentes y unas mamas que también llamaron la atención. Tras capturarla, le ataron una cuerda en la nariz, la acercaron a una playa cercana y después la trasladaron a Alicante. Jamás se volvió a saber nada más y en Tabarca nunca volvieron a verse aquellas bestias marinas…

La última foca monje de Tabarca
Esta es la leyenda que a día de hoy se sigue contando entre los tabarquinos. Pero no deja de ser la historia que cuenta el final de los lobos marinos o focas monje en la isla de Tabarca. Una foca monje que recibe este nombre porque los marineros que las veían tumbadas en las playas afirmaban que los pliegues de su cabeza se parecían a los capuchones de los monjes. Dicho mamífero habitaba a lo largo y ancho del Mediterráneo y se podía ver habitualmente en nuestras costas. Sin embargo, fue desapareciendo progresivamente a causa de que provocaban estragos en los pescadores, sus pieles eran un bien de lujo y también porque sus grasas eran ideales para las lámparas de aceite. Actualmente en el Mare Nostrum apenas quedan unos pocos reductos en las costas del mar Egeo, entre Turquía y Grecia (la única gran comunidad de focas monje se encuentra en Mauritania, ya en el océano Atlántico).
Pero no hace mucho tiempo existía una gran comunidad de estos lobos marinos en la isla de Tabarca. Allí se les podía ver tumbados en sus riscos y en sus pequeñas playas. De hecho, en mapas históricos del islote alicantino aparecen reflejadas nadando en los alrededores. Estas fueron borradas poco a poco del mapa (nunca mejor dicho) por los lugareños y ya solo quedaban unos pocos ejemplares que se contaban con una mano. Incluso el cura de Tabarca se acercaba a esos arcos ya mencionados para tirarles mendrugos de pan. Así hasta que finalmente, en aquella fatídica mañana de mayo del 38, en plena Guerra Civil, la última pareja de focas tabarquinas fue aniquilada por los pescadores de la zona.

En nuestros días, solo quedan dos resquicios que recuerdan a estos mamíferos en Tabarca. Son las dos Cuevas del Llop Marí (o del Lobo Marino) que podemos encontrar a día de hoy. Como ya hemos comentado, una se encuentra sumergida frente a «la Cantera» y solo es accesible para submarinistas; y la otra son los arcos que forman una cueva junto a la pequeña cala ya mencionada al sur de la isla. En ella sí se puede penetrar y siempre se ve a alguien recorriéndola con un kayak o directamente a personas bañándose en su interior (forma parte de una pequeña playa de más o menos fácil acceso). Allí es donde desaparecieron las dos últimas focas monje, los dos últimos lobos marinos que ayudaron a alimentar las leyendas de monstruos marinos en Tabarca. Criaturas que aún permanecen en las viejas historias de sus pocos habitantes y que se recuerdan cuando el último ferry de turistas abandona el islote rumbo a la costa alicantina. En esa travesía de regreso, de conocer estas historias estos visitantes, ¿se asomarían por la visión subacuática que tienen estas embarcaciones? Buena pregunta que queda flotando sobre las enigmáticas aguas mediterráneas…
Referencias a consultar:
- ‘Pesca y otras capturas tabarquinas’, Armando Parodi. La Foguera de Tabarca.
- ‘Els últims llops marins de l’illa de Tabarca’, Javier Falcó (2014)
Me lo voy a leer despacio, que me parece muy interesante. 🙂 Me encanta que sigas usando esa fotografía de portada. Estaba contigo 🙂
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Hay que renovarla ya 🤗 A ver cuándo volvemos a vernos y la actualizamos 😉
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¡Cuando Quieras, Alvaro! Pero al restaurante ya no podremos volver, lo han cerrado… 😦 buscaremos otros restaurantes, otros enclaves y otra fotografía 😀 😀
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Muy interesante la lectura, mi abuelo era Patrón de cabotaje nacido en Torrevieja y siempre me contaba historias del mar, entre ellas un monstruo marino que divisaban al pasar por las Islas Columbretes, según decía se encontraban llenas de cuevas submarinas dónde habitaba este ser, en una ocasión lograron verlo muerto y comido en parte por los tiburones, no se trataba de un tiburón ya que decía que era más bien parecido al monstruo del Lago Ness por apariencia.
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