La misteriosa fuentona de Muriel que originó la leyenda de ‘Los ojos verdes’ de Bécquer

“Señor, es imposible pasar de este punto. Esa trocha conduce a la fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente, paga caro su atrevimiento. Ya la res habrá salvado sus márgenes; ¿cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible?”.  Con estas palabras, extraídas de la leyenda becqueriana de Los ojos verdes, Íñigo trataba de convencer a Fernando de Argensola para que no se adentrara en los alrededores de la misteriosa fuente de los Álamos, hacia donde huía el ciervo que había herido.

La leyenda de Los ojos verdes sería una historia de ficción si no fuera porque Bécquer se inspiró en un lugar concreto de la provincia de Soria, donde lo mágico cobra forma: la fuentona de Muriel.

Dicho enclave se sitúa cerca de la localidad soriana de Muriel de la Fuente, y se trata de un verdoso lago donde nace el río Abión, con cuevas subacuáticas en sus profundidades. Así se describe ahora, pero no hace mucho tiempo la fuentona de Muriel era un lugar maldito, un paraje a evitar por el común de los mortales. Las historias de extrañas criaturas que habitaban sus aguas, o las leyendas de ciudades sumergidas dentro del lago, provocaban un terror irracional en los habitantes de la zona. Y ese miedo atávico es lo que quiso inmortalizar Bécquer en uno de los relatos más famosos de sus inigualables Leyendas.

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Fuentona de Muriel, provincia de Soria

‘Los ojos verdes’, una leyenda que sigue fascinando

Antes de inmiscuirse en los misterios de la fuentona de Muriel, es preciso comprender la leyenda de Los ojos verdes. El relato se sitúa en cierto lugar de Soria, cuyos protagonistas son Fernando de Argensola (primogénito de los marqueses de Almenar) y su montero mayor Íñigo.

La narración comienza con una bronca de Fernando de Argensola a Íñigo por dejar marchar a un ciervo que había herido durante una jornada de caza. Este le espeta que se ha dirigido a la fuente de los Álamos, en cuyo agua vive un espíritu maligno. Fernando no hace caso a Íñigo y se dispone a perseguir al ciervo en dirección a la fuente de los Álamos con su caballo.

La actitud de Fernando de Argensola cambia por completo después de aquel día dirigiéndose todos los días a la fuente de los Álamos hasta que el sol cae. El propio Fernando contará a Íñigo que, mientras perseguía al ciervo, atravesó las aguas de la fuente y dentro del lago vio los extraños ojos de una mujer, que lo hechizaron por completo.

Fernando de Argensola continúa relatando a su montero mayor que esos ojos son el motivo de sus visitas diarias a la fuente de los Álamos; y también asegura que un día encontró en el lago a una mujer con cabellos como el oro y los ojos verdes, los mismo que le habían cautivado. Ante tal historia Íñigo se aterroriza, pues conoce las leyendas de un espíritu maligno en forma de mujer que hipnotiza con sus ojos de esmeralda a los incautos.

El montero mayor pide a Fernando que no vuelva a la fuente, pero este hace caso omiso a las advertencias y decide volver a aquel lugar. Allí vuelve a encontrarse con la bella mujer que está dentro del agua, y el joven le dice que la ama. En el momento que iba a besarla, la mujer de los ojos verdes agarra a Fernando y lo arrastra a las profundidades del agua. Nunca más se sabrá nada del joven.

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Representación de la leyenda de ‘Los ojos verdes’ en el parque madrileño de la Fuente del Berro

 

 

La fuentona de Muriel y sus misterios

El personaje de Fernando de Argensola describe la fuente de los Álamos como “una fuente que nace del seno de una peña, que resbala gota a gota por las plantas que crecen alrededor de su cuna, y estas gotas crean un cauce que va a dar a un lago”. Una descripción que encaja a la perfección con la fuentona de Muriel al situar la leyenda de Los ojos verdes en la provincia de Soria.

También es fácil de identificar la fuentona de Muriel con la fuente de los Álamos becqueriana si acudimos al relato mismo que el autor plasmó en su obra de las Leyendas. Los oriundos de la zona de la fuentona de Muriel siempre contaban que en el lago vivían espíritus de la naturaleza con forma de mujer, semejantes a las ondinas griegas o a las xanas de la mitología asturiana.

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La Fuentona de Muriel es un lugar misterioso con leyendas de seres mágicos

Estos seres, a pesar de recibir distintos nombres en función de la región o del país, tienen unas características similares. Se habla de que adquieren el aspecto de mujeres de enorme belleza que habitan lagos y fuentes, tienen el cabello dorado como el oro y unos ojos verdes que hipnotizan. A pesar de su belleza desmesurable, la misión de estas criaturas femeninas es la de embelesar a hombres para llevarlos al fondo de las aguas, donde nadie los puede ver.

Debido a la gran profundidad de la fuentona de Muriel, donde existe un auténtico complejo kárstico de cuevas subacuáticas, se decía que existía una ciudad sumergida donde vivían estos seres. No obstante, no dudaban en subir a la superficie para llevarse consigo a aquellos osados que acudían a las orillas que consideraban sus dominios.

Debido a estas creencias, la fuentona fue catalogada como una morada del diablo y, por tanto, un enclave maldito. Esta “fama” pudo transmitirse de generación en generación hasta llegar a mediados del siglo XIX a causa del aislamiento. Bécquer, durante su estancia en la provincia de Soria, pudo conocer el paraje y quedarse prendado del halo romántico de la fuentona de Muriel, sirviendo de inspiración para la leyenda de Los ojos verdes.

 

‘Los ojos verdes’ en la Quinta de la Fuente del Berro de Madrid

A pesar de que Bécquer puso sus ojos en la provincia de Soria para dar forma a la leyenda de Los ojos verdes, en un rincón de Madrid existe un monumento que recuerda este relato. Engullida por los árboles centenarios, una estatua de un imponente Gustavo Adolfo Bécquer se levanta en la Quinta de la Fuente del Berro; al lado de la estatua del literato, una mujer de piedra sobresale de un pequeño estanque mientras es observada por la representación pétrea de un apuesto caballero desde la orilla. Se trata del momento en el que el infortunado Fernando de Argensola  es encandilado por los ojos verdes de la bella mujer que resultaba ser un espíritu maligno de la naturaleza.

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Monumento a Bécquer en la Quinta de la Fuente del Berro (Madrid), donde se representa la leyenda de ‘Los ojos verdes’

El monumento conmemorativo del parque madrileño es un homenaje de la ciudad a un autor que, a través de su desarraigo e intimismo propios del Romanticismo, pudo escribir los versos más tristes de la poesía española, pero también  reclamar la riqueza legendaria de un país entero.