La enigmática ‘silla de Felipe II’ donde los prerromanos pudieron realizar sacrificios

 

En las profundidades del frondoso bosque escurialense de la Herrería, alejada del mundanal ruido de la civilización, descansa impertérrita la «silla de Felipe II». Curioso nombre el que recibe esta estructura levantada en una enorme mole de granito, pues según la leyenda, el rey capaz de que no se pusiera el Sol en su Imperio acudía a este lugar para contemplar las obras de una magna empresa: la construcción del complejo de El Escorial.

Sin embargo, se puede afirmar que no es ni una silla ni el lugar escogido por Felipe II como emplazamiento para ver el levantamiento de la que ha sido para muchos la «Octava Maravilla del Mundo». Para conocer este enclave, que será conocido para siempre como la «silla de Felipe II», hay que remontarse a antes de que la poderosa Roma se interesara por los incontables posibilidades que ofrecía la inhóspita Hispania. Por tanto, habría que viajar entre las brumas del tiempo hasta aquel mosaico de tribus que habitaban una Iberia floreciente, ávida de tener su hueco en la Historia como nunca antes lo había hecho.

La ‘silla de Felipe II’: una leyenda sin fundamento

Felipe II nunca subió al Bosque de la Herrería para contemplar las obras de El Escorial. Sí hay documentos de subía al monte Abantos o al Alto del Malagón. Hay que tener en cuenta que la vista desde la «silla de Felipe II» es muy lineal y no se puede vislumbrar todo el edificio. Por si fuera poco, los tres asientos que tiene la mal llamada silla son demasiado pequeños como para que entre una persona.

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Panorámica de San Lorenzo de El Escorial desde la ‘silla de Felipe II’

Se tiene constancia de que el monarca acudía a este paraje, pero para labores de caza. Así lo demuestra Ramírez Altozano en su obra Historia de los bosques reales de San Lorenzo de El Escorial.

La leyenda comienza con los aires ilustrados del siglo XVIII, donde se comienza a idealizar el Imperio español al que juzgan glorioso. Queda asentada la idea de que Felipe II subía a esta enorme roca a presenciar la que sería la construcción más famoso que realizó en vida, pero servirá para que los autores de finales del siglo XIX la validen históricamente. Un ejemplo se encuentra en el pintor Luis Álvarez Catalá, que no dudó en recrear en 1890 la «silla de Felipe II» con el rey viendo planos de San Lorenzo de El Escorial en ella, que con el paso del tiempo fue imagen de postales y del billete de 100 pesetas. La falsa leyenda se había consolidado, se había valido históricamente y ya no había marcha atrás.

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Cuadro de Álvarez Catalá, donde se ve a Felipe II sentado en su falsa silla, 1890

Un altar prerromano bien conservado en la Comunidad de Madrid

A pesar de no ser cierta la leyenda que da nombre al enclave, el halo mágico que desprende la «silla de Felipe II» no es actual, sino que había que retrotraerse a los tiempos en los que los vetones poblaban estas tierras. Los vetones eran uno más de los pueblos celtíberos que habitaban la Península Ibérica antes de que los romanos llegaran a ella, cuyas costumbres son prácticamente desconocidas.  Se sabe que se asentaban entre la zona del Duero y llegaban a rebasar el Tajo. Gracias a la buena conservación del asentamiento de Ulaca (Ávila) se ha podido saber que los poblados vetones estaban amurallados, tenían 200 viviendas sin calles y que giraban en torno a un santuario.

La arqueóloga Alicia Mª Canto, miembro de la Real Academia de la Historia, sostiene que se trata de un altar escalonado, correspondiente a este pueblo prerromano. Asegura que el monumento ha sido modificado en varias ocasiones, que está reformado y que la escalera que hay de menor tamaño ha sido añadida no hace mucho; incluso en 1949 existía una pintada que decía literalmente «Viva Franco».

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Piedra escalonada en la «silla de Felipe». Esta es de construcción moderna

Alicia Mª Canto basa su tesis en que está situado en un bosque lleno de robles, considerados como sagrados para los célticos. También existían osos en los alrededores, de gran importancia para sus creencias, y hay que tener en cuenta que está levantado en una gran piedra granítica (los santuarios los hacían en este tipo de roca) donde la supuesta silla tiene forma abarquillada cual barca solar.

La investigadora también sugiere que es un emplazamiento idóneo para llevar a cabo ritos adivinatorios en el que se ve a la perfección el vuelo de las aves, además de haber una piedra caballera con forma de buitre. Los montes de esta zona siempre han tenido gran cantidad de águilas y buitres, vistos como intermediarios entre los hombres y los dioses.  El monte Abantos, hacia donde mira la barca solar, fue una elevación frecuentada por buitres leonados hasta el fatídico incendio de 1999 que asoló toda la montaña.

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La supuesta silla, con forma abarquillada, recuerda a las ‘barcas solares’

Todo el que sea oriundo de pueblos de la zona sabe que los alrededores de El Escorial es un punto donde se concentran muchas caídas de rayos. «Si las nubes vienen de El Escorial va a caer una buena tormenta», aseguran los habitantes de poblaciones cercanas. Esto se quedaría en una mera anécodta si no fuera porque las tormentas han sido tomadas siempre como manifestaciones de la divinidad.

Además de las vetas de hierro (de ahí viene Bosque de la Herrería) y de la gran cantidad de manantiales que hacen de este entorno un auténtico recinto sagrado, también se pueden hallar frutos y setas alucinógenas, como apunta Alicia Mª Canto en sus estudios. La ingesta de productos estupefacientes eran fundamentales en los rituales mágico-religiosos, pues se creía que con ellos se entraba en contacto directo con lo sobrenatural

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Frutos que hay por la zona y que podrían ser utilizados para rituales mágico-religiosos

¿Es la ‘silla de Felipe II’ un altar de sacrificios?

Alicia Mª Canto concluye su tesis rompedora con la afirmación de que la «silla de Felipe II» era un altar en el que se realizaban sacrificios, debido a las cazoletas, canales paralelos y derramaderos que presenta el monumento. Esta teoría entroncaría con las investigaciones realizadas sobre las prácticas de los vetones.

Gonzalo Ruiz Zapatero, catedrático de Prehistoria, defiende que los vetones hacían sacrificios de animales en rituales de ofrecimiento a sus dioses. Para apoyar su hipótesis pone como ejemplo el altar de sacrificios vetón que existe en Panoias (Portugal), el cual tiene una inscripción en latín que relata cómo se sacrificaba a los animales y se vertía su sangre en cazoletas. El altar de la localidad portuguesa es muy similar al que se encuentra en el Bosque de la Herrería.

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Posible derramadero en la ‘silla de Felipe II’

Por si fuera poco, la relación entre el altar madrileño con los sacrificios se pone más interesante si estos eran practicados con seres humanos. Juan Eslava Galán en Historia de España contada para escépticos afirma que los lusitanos llevaban a cabo sacrificios humanos con los prisioneros que capturaban, además de amputar sus manos. Siendo los lusitanos un pueblo con casi las mismas tradiciones que los vetones, es muy probable que también rindieran tributo a sus dioses guerreros con sangre humana. Algo que dista mucho de la bucólica historia de que Felipe II subía hasta este paraje para observar los avances en la construcción de su magna obra escurialense…

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