El lugar sagrado y legendario oculto tras las revueltas de Francia

El mundo observa con incertidumbre los disturbios y noches oscuras del alma que han estado produciéndose en varias ciudades de Francia. La revuelta de los banlieues, como se conoce en el país galo a los suburbios de las grandes urbes, menos favorecidos en lo que a poder adquisitivo se refiere, ha provocado que el foco internacional mire con lupa, cual narrador omnisciente, lo que va sucediendo en suelo francés. Aunque si hay que buscar un epicentro, ese se encuentra en Nanterre. En dicho distrito al oeste de la metrópoli de París todo estalla en el momento en que la muerte de Nahel se confirma tras un disparo de un policía. El polvorín estaba puesto a punto, solo se necesitaba una chispa para que saltara por los aires.

Sin embargo, lo que en el verano de 2023 es el germen de unos sucesos que en los últimos tiempos se están volviendo endémicos en Francia, antaño era un enclave diferente. Nanterre, como fiel testigo de un legado que se esfuma, hace años que dejó atrás el significado mágico y sagrado que tenía. No obstante, donde hoy se viven días de destrozos y veladas de saqueos, generaciones atrás miraban a este lugar a las afueras parisinas como un punto donde lo ignoto y lo sobrenatural, personificado en unas deidades ya olvidadas, de vez en cuando hacían acto de presencia. Reminiscencias de un pasado remoto, con ecos ligeros y poco nítidos en nuestros días, pero que se pueden rastrear si se hace el debido esfuerzo de no conformarse con lo que se ve (y se informa) a simple vista.

Un pozo milagroso y una gruta mágica en Nanterre

En el corazón de Nanterre, asediado por noticias nada halagüeñas, un pozo minuciosamente ornamentado resiste entre barricadas y desórdenes públicos. No es un aljibe cualquiera y nunca lo ha sido. Es más, las columnas jónicas que lo custodian recuerdan más a un templete de bella factura que a un punto donde extraer agua. Sin embargo, el pozo está ahí, dando habida cuenta de que es un lugar diferente, donde lo mundano y lo prodigioso confluyen en una leyenda inmortal. No en vano, según la tradición popular, con el líquido elemento que emana de él, Santa Genoveva curó, de forma milagrosa, la ceguera de su propia madre. Genoveva, patrona de París, expulsora de hunos y convenientemente reverenciada en templos de la capital francesa como la catedral de Notre Dame. Pero aquí hay un detalle fundamental: la que en un primer momento fuera una humilde pastora galorromana del siglo V sería natural de Nanterre.

Pozo milagroso de Santa Genoveva, en Nanterre

Santa Genoveva habría nacido en el solar que hay junto al portentoso pozo que, como no podía ser de otra manera, lleva su nombre. Justo en ese pequeño descampado, a día de hoy se conserva una especie de puerta con una verja que está rodeada adrede de todo tipo de exvotos, flores y peticiones varias a la patrona parisina, que gobierna dicha entrada con una estatua que la representa. Aun así, si nos asomamos a las rejas, nos damos cuenta de que existe una gruta que conduce a una cripta. Allí todavía se conserva un oratorio que, a pesar de haber sido reconstruido a causa de las distintas guerras y revoluciones vividas en París, todavía preserva su idiosincrasia. Cuentan los lugareños incluso que aljibe del milagro como el oratorio estaría comunicados por un pasadizo secreto que conectaría con toda una clandestina red de túneles excavados en el subsuelo de Nanterre.

En esta cueva mágica de Genoveva era donde la humilde pastora se retiraba a rezar en tiempos donde el paganismo bullía por los cuatro costados en suelo galo. Aunque si se hace un alto en el camino, tanto el pozo milagroso como la gruta de Santa Genoveva nos pone sobre la pista de dos elementos como son el agua y el mundo subterráneo, fundamentales en la concepción mágica de los antiguos. Ambos elementos hacen gala de un universo ctónico, ya condenado al ostracismo, pero vital para los habitantes remotos de Nanterre. Huellas en forma de enclaves de leyenda que hay que rastrear para llegar al fondo de la cuestión. Cuando se hace el noble ejercicio de querer saber más ya no hay marcha atrás.

Gruta mágica de Santa Genoveva, en Nanterre

La devoción que va a despertar en París la figura de Santa Genoveva va a generar toda una peregrinación hasta Nanterre. Allí es donde nace la santa y, por tanto, hasta el lugar se desplazan aquellos feligreses que rinden culto a esta figura, cuya fama habría tendido a infinito después de que Atila y los hunos no llegasen hasta la ciudad francesa por intermediación de la pastora. Ante tanto trasiego de creyentes, en aquel punto primero se crea una capilla. Posteriormente se convertirá en una iglesia con todo tipo de ornamentos. En el siglo XX ya es una catedral. Aunque es en esta última etapa cuando una sorpresa inesperada va a hacer acto de presencia.

Cuando en 1973 se levanta la nueva fachada de la catedral de Nanterre, lo que se topan en el lugar no entraba en los planes. Rápidamente se avisa a los arqueólogos de que tres sarcófagos han sido rescatados del pasado. Tras datarse los restos encontrados, se concluye que se trata de tres nobles merovingios del siglo V. Posteriormente continúan las prospecciones arqueológicas en busca de más vestigios que no tardan en aflorar: una auténtica necrópolis que abarca desde tiempos galorromanos hasta épocas medievales había surgido del subsuelo de Nanterre.

Uno de los sarcófagos merovingios siendo desenterrado por arqueólogos en la catedral de Nanterre

Con el paso de las décadas más restos de la necrópolis de la catedral de Nanterre han ido apareciendo: estelas funerarias con ruedas solares, símbolos protectores, ídolos de deidades desconocidas, más enterramientos… Incluso en 2007 y 2017 los trabajos en la zona hallaron más vestigios de que este antiguo cementerio iba más allá del templo mayor dedicado a Santa Genoveva. ¿Por qué en este lugar? ¿Cuál es la explicación de que allí se enterrara durante un período tan relativamente largo de tiempo? Los arqueólogos a cargo de la investigación rápidamente hilaron estos descubrimientos con otros que también se habían producido en Nanterre.

Tumbas con estelas funerarias de la necrópolis descubierta en Nanterre

Nanterre, un ‘nemeton’ o lugar sagrado desde tiempos remotos

En 2003, cuando se están llevando a cabo las obras de la carretera A-86 que sirve de circunvalación de París, a la altura de Nanterre comienzan a surgir nuevos restos de un pasado más antiguo aún. A orillas del río Sena a su paso por el distrito parisino, los obreros se topan con cráneos y mandíbulas de animales que muestran claros signos de haber sido sacrificados. Por tanto, los investigadores tienen de nuevo la ardua tarea de dar sentido a este hallazgo. Las conclusiones a las que llegan son asombrosas: atestiguan que allí existió entre los siglos III y I a.C. un centro ceremonial donde se realizaban ofrendas animales para contentar a la divinidad.

Animales sacrificados en Nanterre

¿Necrópolis galorromanas? ¿Estelas e ídolos que surgen entre los enterramientos? ¿Sacrificios animales a orillas del Sena? Un pasado sagrado se abre camino en las contemporáneas y turbulentas calles de Nanterre. Un centro mágico donde los antiguos habitantes de las cercanías de París adoraban a sus dioses ignotos. Hallazgos que, por ende, han dado pie a reconsiderar muchas ideas que se creían superadas. Por ejemplo, historiadores franceses han llegado a proponer que, posiblemente, la capital de París no fuera la antigua Lutecia, sino que realmente fuera Nanterre.

Lo que sí está claro es que, detrás de este maremágnum mágico y sagrado, se ocultan los parisios. Este enigmático pueblo prerromano, que adoraban a la diosa Isis y veneraban al río Sena como su fuente de vida por igual, fueron los encargados de ver algo diferente en dicho lugar. Ellos fueron los que denominaron al enclave como «Nemeto Duro«, que luego los romanos latinizaron en «Nemetodurum«. Porque «Nanterre» no deja de ser un galicismo moderno para afrancesar una denominación más profunda y transcendental en origen. «Nemeto» de nemeton, esos recintos vedados para el común de los mortales donde los druidas campaban a sus anchas, realizaban sus vaticinios y, en definitiva conectaban con lo sobrenatural por ser la morada de los dioses.

Ídolo hallado en Nanterre, un nemeton para los antiguos habitantes de la zona

El megalito desaparecido y la pintura con claves ocultas

Una idea de nemeton que encaja a la perfección con lo que siempre se ha dicho en Nanterre. La memoria popular y las crónicas cubiertas de polvo cuentan que en estos lares existió un monumento megalítico que era motivo de peregrinaje por los antiguos mucho antes del fervor despertado por Santa Genoveva. Estructura pétrea que fue anatemizada hasta desaparecer finalmente. Sin embargo, en el lugar más insospechado puede existir una pista que nos reconduzca en callejones que, pensábamos, no tenían salida. En el Museo Carnavallet, situado en el corazón de París, una pintura anónima del siglo XVI hace que se nos ilumine la bombilla. «Santa Genoveva en Lendit» se llama. Un cuadro que pasaría inadvertido de no ser por el detalle clave que tiene: ¡la patrona de la capital francesa está representada con sus ovejas en el interior de un crómlech!

‘Santa Genoveva en Lendit’, pintura anónima que representa a la santa dentro de un crómlech

Lendit, hasta hace no mucho, eran unos terrenos que pertenecían a Nanterre, donde se celebraba una feria desde tiempos medievales y donde tuvo lugar el «milagro de Lendit«, muy sonado en la tradición popular parisina. Por tanto, no cabe duda de que Nanterre era un lugar sagrado. Un enclave mágico desde tiempos remotos que fue o, mejor dicho, tuvo que ser cristianizado bajo la figura de Santa Genoveva. Sirva esto de recuerdo ahora que el mencionado distrito es aludido por circunstancias antagonistas a su cometido primigenio…

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