Los dos brujos de Madrid que habrían pactado con el Diablo

12 de diciembre de 1789. Era un día invernal como cualquier otro en Toledo, cuyas calles ya habían perdido el esplendor imperial que había tenido antaño. Y era otro día cualquiera para Diego García Palacios, comisario del Santo Oficio, que se encontraba en las dependencias del Tribunal de la Santa Inquisición de Toledo. Los procedimientos cada vez eran manos, los procesos de fe comenzaban a brillar por su ausencia y el comisario prácticamente no tenía nada que hacer. Porque al igual que la ciudad toledana había decaído en importancia, la Inquisición española había perdido prácticamente todo su poder.

Ya no había grandes autos de fe en plazas públicas de España y las cárceles secretas del tribunal eclesiástico estaban más vacías que nunca. Nada hacía presagiar que aquel soporífero día invernal de 1789 iba a dar mucho de sí entre los comisarios del Santo Oficio. Sin embargo, alguien llegaría a la sala donde se encontraba Diego García Palacios para turbar esa aparente tranquilidad laboral.

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Iglesia de San Vicente que, junto a lo que hoy es la Universidad de Castilla-La Mancha del palacio de Lorenzana, pertenecían a la Inquisición en Toledo

 

Vicente González Villalobos, el maestro madrileño que se autoinculpó de pactar con el Diablo

Ante el comisario Palacios se presentó un extraño hombre de 50 años, visiblemente desmejorado y al que se le notaba que estaba gravemente enfermo. Decía llamarse Vicente González Villalobos y que era natural de Madrid, aunque llevaba varios años siendo vecino de Toledo. En esta ciudad hacía las veces de maestro de Primeras Letras en el Colegio Viejo antes de que una enfermedad le imposibilitara.

Aquel hombre parecía perturbado por algo, como si se quisiera quitar una pesada carga que le atormentaba. Era como si tuviera la misión de revelar un secreto para que, en el momento en que la Muerte le fuera a visitar (algo que a simple vista ocurriría pronto), pudiera descansar tranquilo. El miembro del Santo Oficio no tenía más remedio que calmar a aquel individuo que se había internado en la Casa de la Inquisición de Toledo sin previo aviso. Y cuando lo consiguió, el asombro inundó al comisario Palacios por los motivos que arguyía Vicente González Villalobos para estar allí: ¡quería declarar contra sí mismo!

Diego García Palacios, que en sus años como miembro del tribunal eclesiástico no había visto situación semejante, no tuvo otra opción que sentarse y tomar declaración a aquel madrileño perturbado. No obstante, lo más esperpéntico del asunto llegó cuando Vicente González Villalobos aseguró haber mostrado su detestación de la fe católica e, incluso, haber hecho un pacto con el mismísimo Diablo. Y antes de morir, quería reconciliarse con la que religión que había rechazado.

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Escudo que recuerda la Casa de la Inquisición en el actual palacio universitario del cardenal Lorenzana, en Toledo

 

El pacto con el diablo de Vicente González Villalobos y Tomás Quirós

Vicente González Villalobos comenzó su declaración espontánea que cuando vivía en Madrid tenía una gran amistad con Tomás Quirós. Este era también de Madrid, hijo de un capitán del Regimiento de Brabante y de una tal María que después contraería segundas nupcias y se marcharía a vivir a la calle madrileña de Santa Inés, justo detrás de la Galera Real. Fue el propio Tomás Quirós quien, en palabras del declarante, le indujo sus recelos hacia la fe en Dios.

Siguió relatando que en uno de los encuentros frecuentes que tenían ambos, su amigo le aconsejó rechazar el catolicismo para mejorar su vida. Vicente González Villalobos no solo aceptó detestar la fe, sino que juntos realizaron un pacto para encomendarse al Diablo. Para ello, rezaron los rosarios y los escapularios para después estamparlos con fuerza a un crucifijo que tenían. Después, para sellar finalmente el pacto diabólico  realizaron un ritual mágico con pelos de gato que prendieron en una luz, así como acordaron llamar a una mujer para «gozar» con ella.

El testificante aseguró a un sorprendido comisario Palacios que la mujer accedió y «gozó» tanto con Tomás Quirós como con él, pero nunca llegó a conocer su nombre. También añadió que una vez acabado el pacto con el Diablo, los presentes decidieron usar otra vez la magia para ligar a dos mujeres llamadas Luisa y Vicenta, que fallecieron en San Fernando sin ser damnificadas por ellos. Finalizada su declaración espontánea, Vicente González Villalobos imploró al miembro del tribunal eclesiástico que el Santo Oficio le perdonara lo que consideraba «defectos tan graves»; también pidió misericordia por todo lo que había cometido. En el momento en que acabó el testimonio, Diego García Palacios ordenó que un médico religioso le acompañase al declarante y le auxiliara en sus más que visibles problemas de salud.

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Declaraciones que realizó Vicente González Villalobos a la Inquisición de Toledo (Archivo Histórico Nacional)

 

El caso de los dos brujos de Madrid llega al inquisidor

El comisario Palacios, al no tener más documentos ni delaciones que añadir al proceso, firmó el caso y lo elevó a sus superiores. Tres días después de que aquel atormentado madrileño irrumpiera en la Casa de la Inquisición de Toledo, una carta le llegó respecto al caso de Vicente González y Tomás Quirós. Se trataba de una misiva realizada en puño y letra por Vicente Monzón, inquisidor de Toledo, en el que mencionaba las acciones que tenía que emprender para arrojar luz en este caso.

Vicente Monzón mandó al comisario que acudiera a la casa de Vicente González Villalobos, debido a los problemas graves de salud que tenía. Tenía que recabar más información sobre Tomás Quirós: dónde vivía, en qué estado se encontraba y señas personales para poder identificarlo. Una vez obtenidos más datos, el comisariado los debería elevar al propio inquisidor como contestación.

La carta finalizaba con la sentencia que debería tener Vicente González Villalobos, reducida a pocas palabras. En ella menciona que hay que prevenirse del estado de salud del espontáneo y que, en caso de necesidad, su confesor pueda absolverle por fuero interno. Es decir, quedaría absuelto de forma reservada sin que nadie se enterase tras haber querido declarar por expreso deseo.

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Carta en la que el inquisidor Vicente Monzón absuelve por fuero interno a Vicente González Villalobos (Archivo Histórico Nacional)

 

El comisario Palacios se presenta en la casa del brujo arrepentido y fin del caso

Nada más leer la correspondencia con el inquisidor Vicente Monzón, el comisario se puso manos a la obra para averiguar todo lo que le habían requerido. El mismo día 15 de diciembre de 1789, acudió a la casa donde vivía Vicente González Villalobos. Estaba situada en un solarejo correspondiente a la feligresía de la iglesia de San Pedro Mártir, en concreto en una vivienda que pertenecía a un hojalatero. Allí se personó sin perder el tiempo, pues tenía que sacar conclusiones cuanto antes.

En cuanto entró en la casa toledana, vio al que hace tres días se había autodeclarado brujo postrado en una cama gravemente enfermo. A pesar de su lamentable estado de salud, Vicente González aceptó volver a testificar, luego de que el investigador le hiciera sobre él la señal de la cruz. Volvió a relatar verbo ad verbum lo que aseveró el 12 de diciembre, reconociendo que en Madrid renegó de la fe católica, realizó un pacto con el Diablo y llevó a cabo prácticas mágicas.

A pesar de sus reafirmaciones, el enfermo declarante manifestó que llevaba más de 13 años sin saber de Tomás Quirós. De él recordaba que era un hombre de estatura regular, ojos claros «y de buen color», aunque no tenía más señas notables que eso. En ese momento, Vicente González Villalobos repitió sus deseos de volver a encontrarse con Dios y que la Inquisición se apiadara de sus pecados. Era consciente de que su tiempo de vida se estaba agotando poco a poco y quería morir en paz consigo mismo, arrepintiéndose de esos hechos relacionados con la brujería y la hechicería de cuando vivía en Madrid. Esto es lo que el comisario Palacios trasladaría al inquisidor y el caso quedó olvidado para siempre. Porque, al fin y al cabo, la Inquisición estaba más concentrada en subsistir en una lenta agonía que en volver a tiempos pasados que comenzaban a ser tachados de sombríos. Quizá si el caso hubiera ocurrido 200 años antes, otro gallo cantaría…

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Alrededores de la iglesia de San Pedro Mártir, en Toledo, donde habría habitado el supuesto brujo

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