La mujer de Canarias que fue denunciada a la Inquisición solo por sonreír

Durante 1530, la Inquisición española vivía unos «años de plomo» particulares. Las ideas de Lutero se expandían por Europa a un ritmo vertiginoso y amenazaban con derrocar al catolicismo imperante en una Europa dominada por el emperador Carlos V. Y la abanderada del catolicismo sin duda era el Imperio español, que no había dudado en saquear Roma para que el papa Clemente VII «entrara en razón».

Si de por si las ideas protestantes eran un problema para el Santo Oficio, tampoco había que obviar la situación de los moriscos en España. La relación entre estos y el emperador nunca fue la mejor, además de que eran vigilados con lupa por posibles lazos con los piratas berberiscos que causaban el pánico en las costas mediterráneas.

 

El inquisidor Manrique y la delación como instrumento

La inestabilidad que causaba la penetración del protestantismo y el temor que infundía una posible rebelión morisca hicieron que la Inquisición española tomara cartas en el asunto. El inquisidor general Alonso de Manrique, cuyas artes no tenían nada que envidiar al famoso Torquemada, inició un período de terror para aplacar cualquier atisbo de herejía que pudiera darse en territorio español.

Para ello, Manrique remitió una orden a todos los inquisidores provinciales para alentar las delaciones en sus jurisdicciones. Según el inquisidor general, este sería el mejor método para acabar con las amenazas a la religión católica.

 

Aldonza de Vargas, denunciada por sonreír al nombrarse a la Virgen

Debido a las delaciones, ninguna persona estaba a salvo. Era el momento para dar rienda suelta a las envidias y rencores entre familias, sin importar si fueran ciertas o no las acusaciones que se lanzaban. La más mínima sospecha se convertía en un pretexto para toparse con la Inquisición.

Y eso es lo que ocurrió a Aldonza de Vargas, mujer de origen canario que fue víctima de los celos de la gente que la rodeaba. En 1530 fue denunciada al Tribunal de la Inquisición de las Islas Canarias por un hecho que resulta sorprendente: sonreír cuando la Virgen es nombrada.

Al parecer, Aldonza de Vargas esgrimió una «enigmática» sonrisa en el momento en que se mencionó a la Virgen de la Inmaculada. Dicha mueca sería vista por un informante del Santo Oficio, que vio en ella una actitud ofensiva frente a la Virgen. Hay que tener en cuenta que los protestantes ponían en duda a la madre de Jesús por su excasa relevancia en el Nuevo Testamento…

El caso de Aldonza de Vargas no se sabe cómo acabó, ya que el expediente se ha perdido, como muchos otros que ardieron, por ejemplo, en el motín que ocurrió el 17 de julio de 1834 en Madrid, justo el día que se publicaba la abolición de las Juntas de Fe. A pesar de que no se ha encontrado el documento, este caso es un buen modelo para recrear lo que tuvo que vivirse durante ese período de terror que tuvo a la Inquisición como protagonista.

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