El fantasma que atormentó a unos estudiantes españoles en una casa encantada de París

«La gran vena supersticiosa del carácter español, aunque subyugada en gran medida por los dictados del Santo Oficio, triunfó en otras esferas del ocultismo; observamos, por ejemplo, una creencia muy extendida en la capacidad de los muertos para regresar al lugar que habitaron en su vida anterior». Con estas palabras, el folklorista escocés Lewis Spence describía en su obra The Legends and Romances of Spain (1920) la convicción sobre la existencia de fantasmas y aparecidos en España. Para demostrar su hipótesis, el investigador recurrió a un episodio paranormal que habría tenido lugar en el siglo XVI a unos estudiantes españoles en las inmediaciones de París.

 

 

Los estudiantes españoles que se toparon con un fantasma en una casa encantada cerca de París

Spence cuenta la historia de Juan Vázquez de Ayola y dos jóvenes más que se dirigían a la universidad de París. Como no encontraron donde pasar la noche, se vieron obligados a refugiarse en una casa abandonada que los habitantes de la zona creían encantada. A Ayola y los demás no les preocuparon las historias que se contaban sobre aquel inmueble, por lo que pidieron muebles prestados y otros elementos domésticos a los vecinos «con el fin de ofrecer una cálida recepción a los visitantes sobrenaturales que pudieran aparecer».

La primera noche, nada más acostarse los tres estudiantes españoles de París, les despertó un ruido de cadenas que parecía provenir del primer piso de aquella casa abandonada. Juan Vázquez de Ayola, al escuchar los estruendos, se puso su ropa y bajó la escaleras en busca del origen del clamor que les había interrumpido el sueño, no sin antes coger una espada y una vela. Al llegar a la puerta que daba a un patio, el joven se topó con una figura esquelética que le impedía el paso. Esta llevaba unas cadenas que producían «un sonido sordo y melancólico». Ayola empuñó su espada y apuntando con el filo a aquella presencia le preguntó qué es lo que quería de él. El fantasma movió los brazos y su cabeza, pidiendo al muchacho que lo acompañase por un tramo de escaleras. Le llevó a un jardín que había y allí aquella figura misteriosa desapareció.

Asombrado, Juan Vázquez de Ayola subió rápidamente a la habitación donde estaban sus dos compañeros, pidiendo que lo acompañaran al jardín, pero ninguno de los tres vio nada. Al día siguiente, acudió al alcalde de la vecindad, quien mandó excavar en el punto donde el fantasma se habría esfumado. Allí hallaron un esqueleto cargado de cadenas. Al ser los restos enterrados debidamente, los ruidos en la casa encantada cesaron de golpe.

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Lewis Spence, uno de los autores que dio a conocer el suceso paranormal de Juan Vázquez de Ayola

El francés Simon Goulart dio más detalles sobre este misterioso suceso

Lewis Spence cita que conoció este caso paranormal de un tratado francés titulado Thresor d’Histoires Admirablesescrito por el teológo galo Simon Goulart y publicado en el 1620.

La obra de Goulart da más detalles sobre lo ocurrido a los estudiantes españoles en suelo francés. Relata que Juan Vázquez de Ayola y otros dos jóvenes españoles partieron de su país de origen para estudiar Derecho en Boulogne-la-Grasse, una pequeña comuna situada en el norte de Francia. Por tanto, los hechos no habrían ocurrido en París, según el autor del Thresor d’Histoires Admirables.

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Boulogne-le-Grasse, comuna de Francia donde habrían sucedido los hechos según Goulart

Prosigue contando que los tres muchachos, para ahorrarse el pago de un alquiler, se instalaron en una «casa desierta y abandonada». Los vecinos les advirtieron que allí podían permanecer todo el tiempo que quisieran porque estaba deshabitada por «los fantasmas que hay y aparecen en ella».

El teólogo va más allá y asegura que los estudiantes españoles tenían pensado estar en la casa encantada durante un mes. Sin embargo, al final de la primera jornada en aquella vivienda, cuando los compañeros de Ayola se fueron a dormir, este se quedó en su estudio hasta tarde. Fue en ese instante cuando oyó un gran ruido que parecían «varias cadenas de hierro que se sacudían y entrechocaban». Juan Vázquez de Ayola, salió de su estudio con una espada en una mano y en la otra con un candil que llevaba una vela encendida. Atravesó por el medio de la habitación de sus compañeros sin despertarlos, esperando a que sonara de nuevo el sonido y cuando lo oyó se percató que venía de la planta de abajo donde había un patio.

De forma sigilosa, el mozo se acercó a la puerta que llevaba a la planta de abajo, en la que descubrió «a un fantasma que era un cadáver con nada más que huesos» arrastrándose con unas cadenas de hierro que provocaban aquel estruendo. El espíritu se detuvo al ver a Ayola, quien comenzó a dirigirse a él de forma temblorosa, preguntando qué tenía que darle y qué es lo que quería. La aparición cruzó sus esqueléticos brazos, bajó la cabeza y le llamó con una mano para que le siguiera hacia la planta de abajo. Ayola afirmó: «Yo os sigo».

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Grabado de Simon Goulart

Simon Goulart ahonda más en la historia y comenta que a Juan Vázquez de Ayola se le apagó  la vela y tuvo que ir a una chimenea que había donde encenderla de nuevo, para después reanudar su paseo por la planta de abajo junto al fantasma. Una vez atravesada la casa abandonada, llegaron a un jardín en el que existía un pozo en medio. Al pasar junto a él, el autor asevera que Ayola sintió miedo de que aquel espectro pudiera herirle allí, por lo que se detuvo. Sin embargo, el fantasma le invitó a que le siguiera a una estancia concreta del jardín. Cuando llegaron, de repente, el espíritu desapareció, a pesar de que el estudiante de Derecho pidió que volviera, pues él podía ayudarle.

Cuando regresó a su habitación, Ayola vio que sus compañeros estaban despiertos. Estos le vieron con cara de pánico, por lo que le dieron un poco de vino y mermelada mientras el mozo contaba lo que había sucedido. A la mañana siguiente, lo mismo que cita Lewis Spence, pero con los matices ya mencionados: acudieron al gobernador de Boulogne-la-Grasse, desenterraron en el punto donde desapareció el alma en pena un cadáver encadenado y le dieron sepultura.

Goulart finaliza su versión del suceso aportando más información sobre los jóvenes. Dice que los tres regresaron a España y, en concreto, que Juan Vázquez de Ayola trabajaría de oficio en la Indicatura y que tuvo un hijo que acabó siendo presidente de un pueblo español «en tiempos de Torquemada«. El teólogo francés se refiere a Antonio de Torquemada, un escritor español de mediados del siglo XVI. Con este dato, no solo sitúa en un marco cronológico el hecho misterioso (habría ocurrido en el siglo XVI), sino que también se cita el primer testimonio sobre este caso paranormal. Y en él Antonio de Torquemada tiene mucho que ver.

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Texto del ‘Thresor d’Histoires Admirables’ donde se menciona el episodio fantasmagórico

‘Jardín de flores curiosas’, la fuente primigenia del suceso enigmático

Porque Torquemada es fundamental en el «origen» de esta historia, esto es, se trata del primer autor que menciona por escrito el supuesto encuentro paranormal que tienen tres estudiantes españoles en suelo extranjero. Y lo hace en su obra más famosa, el Jardín de flores curiosaspublicado en 1570 de forma póstuma. Este tratado redactado en forma de diálogo con varios interlocutores (el propio autor es uno de ellos) recoge testimonios sobre eventos sobrenaturales, prodigiosos, apariciones de fantasmas y todo tipo de seres fantásticos.

Es en una de esas conversaciones que mantienen los personajes del Jardín de flores curiosas cuando se relata el caso paranormal. Bernardo, uno de los participantes de los diálogos mantenidos, cuenta que durante una estancia en la ciudad italiana tuvo acceso a lo que se decía de Juan Vázquez de Ayola. En el momento en que comienza a relatar lo sucedido, otro de los interlocutores, Luis, afirma que esa anécdota ya la ha escuchado en España y que es bien sabida.

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‘Jardín de flores curiosas’, obra más destacada de Antonio de Torquemada

Pero lo que cuenta Bernardo en el Jardín de flores curiosas tiene aldabonazos que son omitidos por los autores anteriores, algo que llama la atención al ser el tratado de Antonio de Torquemada la fuente primigenia y la que debieron de consultar. En este se menciona que lugar donde se produjo en el encuentro con lo insólito fue en la ciudad italiana de Bolonia y que los estudiantes españolas acudían a su universidad donde se impartía Derecho. Es por ello que la trama no se desarrollaría en Francia, sino en Italia.

También se refiere que fue un boloñés quien ofreció la casa encantada a los muchachos, ya que era de su propiedad y que llevaría «más de 12 años cerrada, sin que ninguno se atreva a vivir en ella y esto es por unas visiones y fantasmas espantables que allí se han visto». También les aseguró que no se preocupasen de nada, pues les dio muebles para habitar en ella y una mujer sería la encargada de hacerles la comida. Pero, sobre todo, se afirma que los tres estudiantes españoles estuvieron en la casa abandonada durante 30 días sin que ocurriera nada extraño ni misterioso en ella, algo que sorprendió a los propios vecinos de Bolonia. Pormenores, por tanto, que son pasados por alto por las fuentes secundarios.

El encuentro de Juan Vázquez de Ayola con el fantasma es prácticamente idéntico con los testimonios posteriores del caso. Lo único que varía es que en ningún momento los estudiantes españoles acudieron al gobernador de la ciudad italiana a informar de lo acontecido en el inmueble, sino que fueron los propios habitantes de Bolonia quienes se enteraron y el revuelo que había montado llegó a oídos de este. El gobernador se dirigió al patio de turno junto a Ayola y los demás, pero fueron unos hombres con azadones a los que llamaron para que deshicieran «un montoncito hecho de la hierba» donde aparecieron los restos del difunto que podrían ser del antiguo dueño de la casa del que contaban «algunos cuentos antiguos».

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Universidad de Bolonia donde habrían estudiado Derecho los protagonistas de lo ocurrido, según Torquemada

Caro Baroja y su crítica al ‘Jardín de flores curiosas’ a través del encuentro fantasmal de Ayola

El Jardín de flores curiosas fue estudiado por Julio Caro Baroja, quien califica a la obra de Antonio de Torquemada como «un libro famoso, aunque no reputado como muy veraz». Con esta afirmación, Caro Baroja parece olvidar que él en 1993 publicó un libro titulado Jardín de flores raras cuya inspiración se encuentra claramente en el tratado de Torquemada.

Aun así el antropólogo, familiar de Pío Baroja, en De arquetipos y leyendas sostiene que el encuentro fantasmal de Juan Vázquez de Ayola responde a un motivo frecuentísimo en el folklore de todos los país. Prosigue reiterando que este episodio sobrenatural tiene a unos protagonistas que hacen «un papel viejísimo», es decir, que repiten en un «gran teatro que es el mundo» unos hechos que ya aparecen reflejados en otros personajes literarios.

¿Y por qué dice esto Julio Caro Baroja? Porque la historia de Juan Vázquez de Ayola y sus compañeros estudiantes es calcada a un suceso paranormal que tiene como protagonista al filósofo Atenodoro en la Atenas de la Antigua Grecia. Algo que tanto él como Simon Goulart no pasan por alto.

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Julio Caro Baroja

El encuentro fantasmagórico del filósofo Atenodoro en la Grecia clásica

Lo acontecido a Atenodoro es reflejado por Plinio el Joven (Goulart lo llama «Plinio Segundo«) en una de sus Cartasconcretamente la epístola LXXXIII dedicada a Sura. En ella se menciona que el filósofo griego, queriendo adquirir una nueva casa en Atenas, compró una bastante grande de tamaño, aunque se sorprendió por lo barato de precio que era. Con el tiempo se enteró que aquel inmueble estaba prácticamente regalada porque los vecinos decían de ella que tenía «mala fama».

Atenodoro, tras instalarse en la casa, en una de las primeras noches fue testigo de un hecho inexplicable. Mientras se encontraba escribiendo a altas horas de la madrugada, un fuerte estruendo similar a un arrastre de cadenas de hierro interrumpió las labores literarias del filósofo. Entonces vio ante él a un espectro de un anciano bastante descuidado y con unas cadenas de hierro en sus pies.

Aquel espectro hacía claras señas a Atenodoro para que lo siguiera a una estancia determinada de la vivienda. Por ello, cogió una lámpara de aceite y fue tras el alma en pena hasta un patio, en el que se desvaneció de repente ante la sorpresa del pensador. En el mismo emplazamiento donde la aparición se esfumó, colocó unas hierbas y hojas que le sirvieran de marca para el día siguiente.

A la mañana siguiente, Atenodoro acudió a los magistrados de Atenas para dar cuenta de lo ocurrido y no dudaron ni un ápice en organizar una excavación en aquel patio de su casa. Y efectivamente, en el enclave que había señalizado con hierbas y hojas, hallaron huesos humanos que estaban mezclados con cadenas de hierro. Tras darles sepultura pública, aquella casa se vio libre del espíritu con el que se topó el filósofo.

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Grabado sobre el momento en que el filósofo Atenodoro se topa con el fantasma con cadenas de hierro

Conclusiones sobre el suceso paranormal:

Al conocer la experiencia sobrenatural que habría vivido Atenodoro y su más que evidente semejanza con lo narrado sobre Juan Vázquez de Ayola permite extraer varias conclusiones. La primera es que obviamente se trata de una adaptación literaria a los nuevos tiempos de lo recogido por Plinio el Joven sobre el pensador griego; se hace visible una tendencia a actualizar un viejo relato al que se le da un enfoque misterioso y verídico a partes iguales.

En segundo lugar, se puede afirmar que el caso paranormal sobre Juan Vázquez de Ayola carece de realidad. Esto queda patente en que ninguno de los autores que hablaron sobre ello se pone de acuerdo en situar la acción en un lugar concreto: Spence dice que fue en París; Goulart opta por el pueblo de Boulogne-la-Grasse; y Torquemada lo coloca en Bolonia. Que los tres se contradigan en un punto tan esencial resta credibilidad al episodio.

Y finalmente, es importante reseñar que los tres escritores recurren a una serie de herramientas para dar mayor veracidad a lo que quieren transmitir. Aportan un toque realista al dar nombres y apellidos del protagonista (Juan Vázquez de Ayola); un cargo profesional relevante del actor principal (estudiante de Derecho y después trabajador de la Indicatura); y lugares reales donde se desarrolla la escena (París, Boulogne-la-Grasse o Bolonia). En esto destaca Antonio de Torquemada, que va más allá al recurrir a la primera persona en el Jardín de flores curiosas, donde atestigua que Bernardo conoció en sus propias carnes esta historia. Quizá gracias a este pretendido realismo  la fábula de unos estudiantes españoles que se toparon en el extranjero con una fantasma ha podido llegar a nuestros días como un supuesto caso paranormal en pleno siglo XVI.

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