El ilustre periodista y escritor Dionisio Chaulié y Ruiz narraba en 1882 en la Revista Contemporánea un suceso que había sido punto del día en esos cafés y mentideros que había en Madrid por lo curioso y asombroso del asunto.
El redactor relataba que una mañana el escaparate de un taller artesanal amaneció con una misteriosa bota que no tenía costuras. La bota iba acompañada por un letrero que, a modo de desafío, decía lo siguiente: «se da un lingote de oro a quien presente la compañera».
Pero antes de conseguir encontrar a su pareja, había que dictaminar de qué estaba hecha. Por lo tanto, el gremio de artesanos de Madrid se puso en marcha para averiguar la procedencia de la extraña bota. Todo aquel que intentaba descifrar el misterio acerca del material que se había utilizado, fracasaba estrepitosamente.

Los artesanos comenzaban a desesperarse, hasta que un buen día un avispado aprendiz dio con la clave. Se trataba de una bota hecha con piel de una pata de caballo, arrancada sin abrir, y debido a su calidad y forma no se necesitaron costuras.
La alegría reinó entre los artesanos madrileños. Rápidamente realizaron una pieza similar para que hiciese de pareja a la bota y acudieron de forma apresurada a entregar el calzado al maestro que había colgado el anuncio desafiante. A éste no le quedó más remedio que agachar las orejas, reconocer su derrota y otorgar el lingote de oro a aquel famoso grupo de trabajadores.
Chaulié no conoció en primera persona la anécdota y afirma que se la contaron personas que formaron parte del suceso. Aun así, finaliza su artículo añadiendo que aquel día todos los artesanos de la ciudad se tomaron el día libre y no aparecieron por sus talleres.
Una leyenda romántica inventada por el periodista: «La piel del piojo»
Sin embargo, si se analiza la leyenda de forma pormenorizada, se puede concluir que es un relato de costumbres inventado por su creador, en este caso el periodista Chaulié.
José Manuel Pedrosa, en un artículo para la Revista de Folklore, desmitifica este asunto después de un análisis exhaustivo, donde es capaz de encontrar el arquetipo en el que se basa el periodista para dar forma a su historia ficticia.
Pedrosa advierte que el relato de la «bota de piel de caballo» tiene grandes similitudes con un cuento tradicional, inluso recogido en el número 857 del sistema de clasificación de cuentos de Aarne-Thompson-Uther. Este es conocido como «la piel del piojo».
El cuento de «la piel del piojo» narra la vida de un piojo que es encontrado por una princesa, que lo alimenta hasta que el animal engorda hasta límites inimaginables. Después el piojo gigante es sacrificado y expuesta su piel al público. La princesa anuncia que aquel que sea capaz de avidinar qué animal es, recibirá la mano de la princesa y el reino como recompensas.

Un monstruo, un mendigo, un delincuente o el propio Diablo suelen ser los que adivinan la procedencia de la piel en las diversas variaciones del cuento tras argucias de toda índole, por lo que la princesa acaba en garras malvadas. Y no será liberada hasta que sea rescatada por una persona con poderes sobrenaturales o través de un vuelo mágico.
El arquetipo del cuento de «la piel de piojo», según Aarne-Thompson-Uther, es universal, y se puede encontrar en lugares tan distantes como Finlandia, Indonesia, Chile o Egipto.
Ejemplos similares en la Italia del siglo XVII
Pedrosa sigue desgranando el relato de «la bota de piel de caballo». Esta vez viaja más allá en el tiempo, hasta el siglo XVII, donde existe una historia similar en Italia. Cuenta que el rey de Altomonte, cuando iba a ser picado por una pulga, consiguió atrapar al vuelo al insecto. En vez de acabar con la vida de la indefensa pulga, el rey decidió guardarla en una garrafa, alimentándola cada día con la sangre de su brazo. Al cabo de 7 meses, la pulga estaba tan gorda que tuvo que cambiar la garrafa por una jaula.
Ahora que el insecto estaba grande y gordo, decidió cortarle la cabeza. Después curtió la piel y lanzó un mensaje a sus súbditos: quien adivinase a qué animal pertenecía la piel, recibiría la mano de su hija.
El encargado de descifrar el enigma fue nada más y nada menos que un ogro, cuya presencia causaba escalofríos. Esta criatura conseguirá la mano de la hija del rey, que no escapará de las garras del monstruo hasta que siete valientes hombres consiguieran su rescate.
Conclusiones de José Manuel Pedrosa
El investigador de la Revista de Folklore, además de concluir que la leyenda madrileña de «la bota de la piel de caballo» es falsa, aunque que en países de Sudamérica como Argentina, se hacen calzados con la piel de potro.
También finaliza su análisis con la idea de que en aquellos días, en Madrid pudo haber llegado algún calzado novedoso, el cual sirvió a Chaulié para crear su cuento y publicarlo en su sección de costumbres en la Revista Contemporánea.
La historia que dio a conocer Chaulié es, por tanto, un claro ejemplo de cómo transformar un cuento maravilloso en una leyenda local del Madrid decimonónico a través de una cuidada narrativa.
Bibliografía y fuentes consultadas:
- CHAULIÉ, DIONISIO: Madrid en peligro. REVISTA CONTEMPORÁNEA nº41, septiembre-octubre 1882
- JOSÉ MANUEL PEDROSA: Entre la leyenda local de Madrid y el cuento maravilloso. ‘La bota de piel de caballo’ y ‘La silla de piel de piojo. REVISTA DE FOLKLORE nº365
- UTHER, HANS-JÖRG: The Types of International Folktales. A Classification and Bibliography (2004)
- BASILE, GIAMBATTISTA: Pentamerón. El cuento de los cuentos. Siruela (2006)
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