‘Murió a los siete días…’: Las fuentes ‘malditas’ que los romanos temían en Palencia

“Son tres, a la distancia de ocho pies. Se juntan en un solo lecho, llevando cada una gran caudal. Suelen estar en seco durante doce días y, a veces, hasta veinte, sin dejar ninguna señal de agua, mientras que otra fuente contigua sigue manando sin interrupción y en abundancia. Sirven de augurio. Es de mal agüero intentar verlas cuando no corren, como le sucedió poco ha al legado Larcio Licinio, quien, después de su pretura, fue a verlas cuando no corrían, y murió a los siete días”.

Con estas palabras define el gran Plinio el Viejo uno de los lugares más mágicos de nuestro país. El gran escritor romano no duda en mencionar en su Historia Natural un enclave que infundía respeto a sus contemporáneos en el corazón de la mítica Hispania. Tanto los romanos como los nativos (en este caso los cántabros) sabían que estas tres fuentes albergaban fenómenos sin explicar y, por tanto, era mejor evitarlas según qué fechas. Porque sí, servirían de augurio, pero cuando ese fenómeno extraño que menciona Plinio cobraba forma, el de la desaparición de las aguas de este manantial de forma abrupta, era más un lugar maldito que tocado por la varita de la magia. Aunque ya que hablamos de magia, no hay mayor muestra de esta que decir que este enclave se encuentra en el corazón de Castilla. Porque quien vaya a la provincia de Palencia y le gusten estos temas, tiene que preguntar dónde se encuentran las fuentes malditas. Tiene que buscar la ubicación de las míticas Fuentes Tamáricas

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Las Fuentes Tamáricas, un lugar mágico

Para descubrir las Fuentes Tamáricas, el amante de la España Mágica debe perderse por la Montaña palentina. En estas tierras agrestes que conectan Palencia, León y ya Cantabria, un pequeño pueblo de 1.300 habitantes disfruta de un entorno natural insuperable. La localidad de Velilla del Río Carrión, como su propio nombre indica, vigila el paso de dichas aguas, cual pueblo que no da pie a grandes titulares. Sin embargo, a las afueras de la población, a día de hoy se conserva un enclave que trajo de cabeza a los conquistadores romanos.

Allí, en un parque al aire libre, se puede observar una especie de estanque decorado con tres arcos de piedra. De este estanque salen o llegan tres cauces que se acaban conectando en esta pila de agua que se parece mucho a un abrevadero. También nos podemos encontrar allí un ara romana y una ermita, la de San Juan, que ya nos dan pistas de que estamos ante un lugar diferente.  Sin embargo, es una placa con mensaje a modo de advertencia que impacta y asombra a partes iguales. Dice así: “Fuentes Tamáricas y ermita de San Juan de Fuentes Divinas: La intermitencia irregular del brote de las aguas de estas fuentes tiene el don de profetizar la pronta muerte de todo aquel que, al visitar por primera vez la fuente, la encuentre en su fase seca”.

Placa en las Fuentes Tamáricas

Los romanos y su miedo a las Fuentes Tamáricas

Esta advertencia, que también se atribuye a Plinio el Viejo, nos indica que, todavía a día de hoy, hay que prestar mucha atención a estas Fuentes Tamáricas. Hay que hacerlo porque en ellas ocurre un fenómeno al que, más de 2.000 años después, no se ha encontrado una explicación plausible. Un fenómeno que es el de vaciarse y llenarse de agua este estanque sin ninguna razón aparente. Es decir, que tiene agua o no cuando le viene en gana. Más allá de los estudios que se han realizado, no se ha llegado a una conclusión convincente. Así que si en nuestros días es un completo enigma todo esto, en la Antigüedad, cuando los romanos llegaron a la Península Ibérica, el recinto adquiría tintes más mágicos aún.

Los conquistadores se topan con este fenómeno sobrenatural que ocurre en las Fuentes Tamáricas, sí, pero los nativos de la zona ya sabían de su existencia. Por ejemplo, este enclave recibe su nombre por la tribu autóctona que habitaba estas tierras, que no eran otros que los tamáricos. Hablamos de uno de esos pueblos cántabros que habitaban toda esta región. Tribu, por cierto, que dio bastante guerra a las águilas de Roma, pero ese es otro tema. En este caso, los tamáricos, como prácticamente todos los pueblos del norte peninsular, veían en el agua un elemento divino. Por tanto, el culto a los ríos, a las fuentes y al agua en sí estaba a la orden del día. Eso y que evidentemente no eran tontos: si veían que había un manantial con tres fuentes que crecía y bajaba a su antojo, concluían que aquello era una muestra divina, una representación de la deidad de turno. Unas fuentes, en definitiva, a las que adorar y rendir pleitesía con frecuencia.

Sin embargo, cuando los romanos consiguen someter estas tierras, como es lógico, se encuentran con estas Fuentes Tamáricas y ya saben un poco sobre ellas. Conocen que los nativos las respetan y no solo por sus cultos al agua, sino por el fenómeno que en ellas se produce. Es gracias a ellos, a los romanos, que hoy en día sepamos un poco más de este lugar mágico. Un recinto que iba más allá de la conexión sobrenatural que tiene el emplazamiento.

Fuentes Tamáricas, en Velilla del Río Carrión (Palencia)

Larcio Licinio y el olvido de las fuentes ‘malditas’

Como ya hemos comentado, Plinio aseguraba que el agua de las Fuentes Tamáricas servía de oráculo. Es decir, en este punto se reunirían para predecir cuál era el devenir de estos habitantes, saber cuál podría ser el futuro que les avecinaba con la llegada de los romanos. A saber cuáles eran los rituales adivinatorios que se producían en este manantial, pero todo apunta a que se practicaba la hidromancia, un método donde el agua es fundamental. Pero lo llamativo de estas Fuentes Tamáricas no queda aquí. Plinio el Viejo sigue dando detalles sobre ellas. Aparte de considerarlo un enclave de vaticinios, también lo tilda como de «lugar maldito». Asegura que acudir al recinto cuando no tiene agua puede acarrear desgracias. Si no que se lo digan a su amigo Larcio Licinio

Larcio Licinio era un pretor romano, un gobernante en Hispania durante la etapa de Vespasiano (años 60-70 después de Cristo). Este hombre (gran amigo, por cierto, de Plinio) ha sido, por ejemplo, vinculado con el acueducto de Segovia, aunque no está confirmado al cien por cien. Lo que sí se sabe es que era un personaje ávido de conocimiento, alguien dedicado íntegramente a la ciencia. Por ello, acudió al norte para comprobar por sí mismo esas historias que se relataban sobre las Fuentes Tamáricas. Él no creía que estuvieran malditas, así que Licinio acudió justo cuanto no tenían agua. A los siete días de su visita, sin ningún síntoma extraño que se haya conocido, el político romano perdía la vida sin causa aparente.

Por este caso, por lo que le ocurrió supuestamente a Larcio Licinio, la leyenda maldita de las Fuentes Tamáricas estuvo muy presente durante el dominio romano. Algo que se fue perdiendo a medida que disminuía el poder de las águilas romanas en nuestra península. Si bien con estos la fama del lugar se mantuvo, con la llegada del cristianismo parece que todo se fue esfumando. De hecho, de ser un recinto a evitar y que infundía respeto, se convirtió en un lugar totalmente olvidado. Hasta tal punto que, con la llegada de la Edad Media, nadie alcanzaba a ubicar estas fuentes. Nadie sabía o nadie quería, porque no hay que pasar por alto que, en el siglo XIII, se construyó la ermita de San Juan, que hoy día sigue existiendo. Un templo dedicado al Bautista, siempre asociado a las aguas…

Fuentes Tamáricas con la ermita de San Juan Bautista de fondo

El padre Flórez, redescubridor de las Fuentes Tamáricas

Las Fuentes Tamáricas se convirtieron en un lugar casi legendario, un mito de las antiguas crónicas del que no se podía establecer qué era real y qué fantasía. Así pasaron los siglos. Muchos intentaron hallarlas. Fue buscada en la provincia de León, en La Rioja, en la Fuentona de Ruente en Cantabria y, en definitiva, en el orbe que se atribuía a los tamáricos. Pero no fue hasta el siglo XVIII, concretamente en el año 1768, cuando finalmente estas aguas fueron desempolvadas del paso del tiempo. Un descubrimiento que tiene nombre propio: Enrique Flórez

Durante ese año, el padre Flórez, un agustino que ha pasado a la Historia por, valga la redundancia, su labor de historiador, se propuso aclarar toda esta leyenda. El bueno de Enrique se encontraba estudiando sobre los cántabros y sus fronteras. Para hacer mejor su trabajo, sin duda tuvo que leer a Plinio, donde se topó inevitablemente con el relato de las Fuentes Tamáricas. Entonces el religioso comienza a hacer sus investigaciones y es un anciano quien le comenta algo que va a ser de gran ayuda. Este hombre afirmó al cronista que conocía una especie de “laguna” en la que se bañó, pero que, cuando fue a beber sus aguas, estas se esfumaron de repente.

Por tanto, el historiador se pone manos a la obra y acude al sitio que le ha indicado su informante. Allí le espera la localidad de Velilla, a orillas del río Carrión. En ella, se topa con una fuente con un arco de sillería de remota antigüedad. Esta se encuentra junto a la ermita de San Juan y en este manantial ocurre algo que al padre Flórez le llama la atención. Asegura que el agua de esta, cada seis-siete horas, desaparece y vuelve a brotar sin explicación. Lo hace innumerables veces al día. De esta forma, Enrique Flórez había reencontrado un enclave de leyenda, unas fuentes que llevaban siglos perdidas a ojos de la mayoría. Las Fuentes Tamáricas volvían a aparecer en los mapas.

El padre Enrique Flórez, clave en la historia de las Fuentes Tamáricas

Investigaciones más modernas en las Fuentes Tamáricas

Volvían a aparecer en los mapas, pero todavía quedaba pendiente una investigación en este emplazamiento. Investigación que llega en los años 60 del pasado siglo, con la arqueología ya a pleno rendimiento. Es el gran García Bellido, el gran arqueólogo español de aquella época, quien quiere saber más sobre las Fuentes Tamáricas. Por esta razón, lleva a su equipo hasta Velilla del río Carrión y lo que van a desenterrar allí todavía es digno de admirar. Durante las excavaciones surgieron cerámicas, monedas y restos diversos de diferentes etapas. Tras el estudio de García Bellido, el recinto no tardó en ser nombrado Monumento de Interés Histórico-Artístico provincial. Hoy en día, ya es Bien de Interés Cultural.

Es así que las Fuentes Tamáricas ya tienen el sitio en la historia que merecen. No obstante, esto no quiere decir que su halo de leyenda se haya dispersado por completo. Por ejemplo, los lugareños cuentan que hay muchas personas supersticiosas que evitan ir a La Reana, que es el nombre que recibe la zona, por si se topan con el extraño fenómeno. También recuerdan anécdotas como viajeros que dormían en su interior por la noche despertándose sobresaltados y cubiertos de agua. Asimismo, no muy lejos de allí, todavía rememoran lo que le ocurrió a una necrópolis de 90 tumbas que afloró durante el pasado siglo muy cerca de las misteriosas fuentes.

Sin embargo, este cementerio del siglo IX no corrió la misma suerte: fue destruido para situar encima la central térmica que hoy sigue en funcionamiento. Menos mal que las fuentes fueron halladas a tiempo, debidamente protegidas y, por tanto, todo amante de las leyendas debe visitarlas. Las Fuentes Tamáricas, donde un fenómeno sobrenatural ocurre, en el que los nativos vaticinaban el futuro y los romanos evitaban pasar so pena de maldición. Un enclave en el norte de Palencia que puebla los enclaves de la España Mágica.

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