El fantasma que recorre el famoso teatro Arriaga de Bilbao

El Teatro Arriaga es uno de los grandes símbolos de la ciudad de Bilbao. Levantado junto a la ría de Bilbao, se encarga de vigilar sus aguas cual centinela que vela porque lleguen a su destino marítimo. Pero también ha sido testigo de piedra de los grandes acontecimientos que han sucedido en El Botxo durante los últimos siglos: se sorprendió de los logros industriales que vivió la ciudad a finales del siglo XIX y lloró su decadencia décadas después; brilló con luz propia cuando a él acudía la flor y nata de la sociedad vasca, y también se aterró por las guerras que destrozaron a esa misma sociedad. En suma, el Teatro Arriaga ha vivido las alegrías y penas, las gracias y desgracias y la luz y oscuridad que ha tenido Bilbao en los dos últimos siglos.

Sin embargo, el Teatro Arriaga tiene una doble cara, un continuo modus operandi a caballo entre el doctor Jekyll y el señor Hyde. Porque, de día, el teatro muestra sus mejores galas en forma de luz y de color con las obras escénicas más prestigiosas que recorren la Península. Pero cuando las luces del Teatro Arriaga se apagan y echa el cierre, entre la penumbra de las butacas y de los palcos, el gran símbolo de la ciudad de Bilbao empieza su particular función nocturna: comienza a adquirir vida propia.

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Fachada del Teatro Arriaga, en Bilbao, cuando cae la noche

El fantasma que vigila cada noche el Teatro Arriaga

Desde los años 80, los vigilantes de seguridad y los encargados de la limpieza y mantenimiento del Teatro Arriaga no están solos. Cuando se baja el telón, el público abandona su asiento y los salones quedan vacíos, siempre queda alguien. Alguien que no se ve a simple vista y que es conocido a través de las historias que se cuentan sobre él por aquellos que aseguran haberse topado con él.

Dichas historias hablan de una extraña sombra que recorre las dependencias del Teatro Arriaga aprovechando la oscuridad de sus pasillos y salas. Cuenta que, en todo momento, se siente una misteriosa presencia que hace que la persona que lo vive no se sienta solo y que, presa del miedo, deseche la idea de girarse de forma brusca para evitar convertirse en un testigo de lo insólito. Eso o para ahorrarse comentarios de «qué loco/a estás» o «seguro que son imaginaciones tuyas al trabajar de noche». Y es que la noche siempre es traicionera.

Las sensaciones que se viven entre las sombras del Teatro Arriaga siempre han dado que hablar en las comidillas de los que acuden a alguna obra. También de los que tienen la fortuna (o la desgracia) de quedarse a solas en su interior. Los que llevan tiempo vigilando y acondicionando el lugar están acostumbrados, se refugian en el «será un fantasma que nos quiere hacer compañía» entre risas nerviosas; pero los que entran nuevos a este tipo de trabajos se ven desbordados cuando en las diferentes plantas del teatro bilbaíno suceden cambios fuertes de temperatura y una sensación de estar observados en todo momento los invade. Al fin y al cabo, no todo el mundo está preparado para afrontar el misterio y lo desconocido día a día o, en este caso, noche a noche. Finalmente, la única solución siempre es tajante: darse de baja, abandonar el trabajo y reconocer que los fenómenos extraños han podido con el testigo. Una situación que ya se ha vivido entre los que trabajan en el mítico escenario de Bilbao. Y, sin duda, seguirá sucediendo, porque el ya bautizado como «fantasma del Arriaga» sigue y seguirá haciendo de las suyas.

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Salas del Teatro Arriaga, donde deambularía el ya bautizado como «fantasma del Arriaga»

 

El fantasma del Teatro Arriaga y el crimen que ocurrió en 1988

Los que han oído hablar o han tenido la inquietante oportunidad de toparse con el «fantasma del Arriaga» no dudan en poner una fecha desde que comenzaron los fenómenos extraños en el teatro más emblemático de Bilbao. Sitúan el inicio de estos en el año 1988, concretamente en un suceso que heló la sangre a los vecinos de la ciudad vizcaína.

27 de octubre de 1988. Un guarda del Teatro Arriaga acude a las 6 y media de la mañana para realizar el relevo. Sin embargo, cuando intenta acceder al teatro, su compañero Javier Martín Uriarte no abre la puerta. Tras llamar varias veces, no entiende qué ocurre, por lo que decide llamar a la Policía Municipal por si pudiera haber ocurrido algo a su compañero de trabajo que hacía las veces de vigilante nocturno. Sus peores sospechas se convirtieron en realidad.

Cuando la Policía Municipal consigue acceder al teatro bilbaíno, se encuentran con una escena dantesca. En el suelo, en medio de un gran charco de sangre, se halla el cadáver de Javier Martín Uriarte. Justo a su lado, aparece una misteriosa caja fuerte, que a todas luces parecía ser una pista falsa.

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El asesinato de Javier Martín Uriarte, guarda nocturno del Teatro Arriaga, fue recogido por la prensa de la época (Hemeroteca ABC, 28 de octubre de 1988)

En un primer momento, el atestado policial aseguraba que el guarda del Teatro Arriaga falleció posiblemente acuchillado o de un golpe con una barra de hierro, así como el móvil de crimen sería un robo. No obstante, la autopsia realizada a Javier Martín Uriarte reveló que había sido asesinado de forma violenta con un tubo de hierro arrancado de un andamio de una obra que estaba realizándose en los aledaños del edificio. La víctima, que tenía 25 años de edad, no podía llevar armas de fuego al no tener autorización,

Un mes después, se detuvo como presunto asesino a un ex compañero de Javier Martín Uriarte de nombre Marcelino S.T.,  que tras haber quedado en paro, habría culpado de todos sus males a la víctima. Aunque la Fiscalía pidió 28 años de cárcel, finalmente fue absuelto por falta de pruebas y el crimen del Teatro Arriaga quedó sin resolver. Es quizá, por estos motivos, que el eco de aquel terrible suceso todavía está presente en las dependencias del teatro de Bilbao, reclamando venganza y justicia ante un asesinato cuyo halo de misterio que aún despertaría viejos fantasmas.