La literatura de cordel y esos romances que iban cantando los ciegos de población en población esconden historias desconocidas que se han perdido. Ataviados con un instrumento (normalmente de cuerda) y su voz los invidentes relataban sucesos que en muchas ocasiones se asemejaban a un medio informativo que rompía el aislamiento de muchos pueblos perdidos. Así, las plazas y mercados se llenaban de personas que querían conocer lo último que había ocurrido más allá del lugar donde vivían. Y uno de esos acontecimientos fue el séptuble crimen que tuvo lugar en Bilbao la noche del 17 de marzo de 1847.
Juan Ubarte y Antonia de Granda, dos comerciantes de Bilbao que malcrían a su hijo Eleuterio
En la villa de Bilbao, vivía un adinerado comerciante de nombre Juan Ubarte Rubeno. Tenía tanto dinero que no sabía cuánto tenía en oro y cuánto en plata, debido a que era el propietario del mayor comercio que había en Bilbao. La esposa de Juan Ubarte Rubeno era Antonia de Granda y ambos no destacaban por su religiosidad. De hecho, sus vecinos contaban que jamás les habían visto rezar un rosario, confesarse o acudir a misa; según estos, la única preocupación que tenían era vender en su comercio para conseguir grandes beneficios.
La codicia que tenían Juan Ubarte y Antonia de Granda era tal que se habían olvidado totalmente del único hijo que tenían, Eleuterio, que en ningún momento fue deseado. Apenas le habían bautizado y solo le transmitían malos modales. El joven Eleuterio, por tanto, se fue convirtiendo en un muchacho libertino ante la pasividad de sus padres. Y ese libertinaje pronto se convirtió en soberbia al ver sido malcriado.

Eleuterio se enamora de una hermosa joven y Juan Ubarte no aprueba la relación
A la edad de 18 años, Eleuterio se enamoró perdidamente de una hermosa dama, que además le correspondía. Su romance se alargó dos años, hasta que su padre se enteró. Juan Ubarte dijo a su hijo que se olvidara de aquella muchacha, pues ya había concertado un matrimonio con doña Bernarda, la hija de un adinerado caballero con la que podía montar un comercio que reportara grandes beneficios tanto a él como a su familia.
Eleuterio, tras estar en desacuerdo con su padre, le contestó que «antes tomaré las armas a que yo me case a disgusto». Juan Ubarte, indignado, contestó a su hijo que «mira si callas, que así villano respondes; pues mala dicha te aguarda, que te quitaré la vida si a lo que digo me faltas». Amenazado de muerte por su padre, Eleuterio accedió a casarse con doña Bernarda. El adinerado comerciante de Bilbao se quedó satisfecho tras las palabras de su hijo, pero no sabía lo que estaba por ocurrir.
Eleuterio se casa obligado con doña Bernada y se masca la tragedia
Al fin tuvo lugar la boda entre Eleuterio y doña Bernarda. Tras el enlace matrimonial, la nueva pareja comenzó a preparar ese comercio que les colmaría de riquezas. Pero, pronto, Eleuterio comenzó a mostrar su desamor a su esposa de forma violenta.
El joven se dedicaba a insultar y a ofender a doña Bernarda a gritos, causando correveidiles en Bilbao, que comparaban lo que se vivía en esa pareja como un auténtico infierno. Sin embargo, la pareja siguió junta y al cabo de siete años de matrimonio, tuvieron tres hijos. Aunque, a escondidas, Eleuterio todavía se seguía viendo con aquella joven que conoció con 18 años y que ocupaba su corazón.
Pero una noche, concretamente la del 17 de marzo de 1847, Eleuterio acudió a la casa de su amante y no se esperaba lo que vio. Se encontró a su amada dolida, desquiciada y con sed de venganza, diciendo que estaba cansada de que todo Bilbao murmurase sobre ella. Por tanto, dijo a Eleuterio que si realmente quería estar con ella, tenía que matar a su esposa y a sus hijos para después huir los dos en un barco a Francia.

Eleuterio comete siete asesinatos y después se suicida en la ría de Bilbao
Eleuterio, nublado por el amor que tenía a aquella mujer desde hace años, accedió a la petición de su amante como si hubiera perdido cualquier cordura. Como un basilisco se dirigió a su casa, cogió una navaja de cuatro filos y subió adonde se encontraba su familia.
Se encontró a los tres niños acostados, y mientras dormían, les cortó la cabeza a cada uno de ellos. Después, se dirigió a su habitación donde descansaba doña Bernarda, a la que asesinó de la misma forma. Tras el cuádruple crimen que había perpetrado, Eleuterio cogió todo el dinero que había en su casa y se marchó en busca de su amante.
No obstante, tras reunirse con su amante y decirle que ha quitado la vida a su familia y que llevaba todo el dinero para huir, esta le dice que ha cambiado de opinión. Ahora ya no quería fugarse de Bilbao a Francia, porque pensaba que lo que había hecho Eleuterio a su esposa e hijos, también se lo podía hacer a ella en un futuro.
Eleuterio, con los ojos en sangre, de repente, desenvainó un cuchillo y se lo clavó sin ningún tipo de miramiento, quitando la vida a la única persona que había amado por traicionarle. Tras achuchillarla, se ensañó con el agónico cuerpo de la joven, cortando sus dos pechos. Ya eran cinco los crímenes que había cometido el joven bilbaíno, pero todavía tenía más vidas que cobrarse.

Como una exhalación de ira y rabia, Eleuterio acudió a la casa de sus padres, a los que consideraba los autores de sus desgracias, al haber sido obligado a casarse con quien no quería. Una vez en la casa de sus padres, se encontró a Juan Ubarte y Antonia de Granda durmiendo plácidamente y allí los cosió a puñaladas mientras en voz alta gritaba que renunciaba a Dios y a la Virgen. Delante de los cadáveres de sus padres, Eleuterio cogió una pluma y con la sangre del crimen cometido, comenzó a escribir una nota en el que tras los sietes asesinatos que había cometido aquella misma noche sabía que iba a ir al Infierno, y por ello esperaba que antes de que rayase el alba, viniera el demonio a por él. La carta fue dejada en la mesilla que había al lado de la cama junto a una onza de oro, para que a la mañana siguiente fuera firmada por el escribano.
El asesino en serie salió de la que una vez había sido su casa y se dirigió a la ría de Bilbao con una piedra muy pesada. Una vez en la orilla de la ría, Eleuterio se ató la roca a su cuello con un cordel, saltó al agua y su cuerpo ahogado se perdió en el mar. Al siguiente día, al ver que los comercios de Juan Ubarte y Antonia de Granda no se abrían, el corregidor de Bilbao acudió a casa de estos y se encontró con la escena del crimen. Al hacerse público lo sucedido durante la noche del 17 de marzo de 1847, los bilbaínos quedaron atemorizados de lo que podía ser capaz una persona que era casada a disgusto.
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