Los misterios y leyendas de San Juan de Gaztelugatxe que se desconocen

Hoy en día, San Juan de Gaztelugatxe se ha convertido en un «nido de dragones» y, por ende, en un nido de turistas que rompen el encanto de este enclave único situado en el País Vasco. La filmación en este lugar de la famosa serie de Juego de Tronos, que recrea el imaginario escenario de Rocadragón, ha provocado una avalancha de un turismo que está rompiendo con la estética mágica de este lugar mágico.

Sin embargo, pese al incesante flujo de personas venidas de todas partes del mundo, San Juan de Gaztelugatxe sigue siendo un paraje que todo enamorado de la España Mágica debe visitar al menos una vez. Esa pequeña ermita situada en lo alto de un gran islote,  las míticas escaleras que lo unen con el continente que cansan a todos pero que después demuestran que el esfuerzo ha valido la pena, los tintineos de la campana del templo que resuenan en los acantilados de la zona… Es muy complicado explicar lo que se siente allí si no se ha vivido en primera persona.

Aun así, San Juan de Gaztelugatxe no es solo magia y belleza. También es misterio y leyenda, tradición y legado, ensueño y realidad. Porque entre los pequeños muros de la ermita, en los agotadores escalones y en su emplazamiento natural se dan cita hermosas historias que añaden más encanto al lugar. Historias que, como pasa a menudo, suelen ser desconocidas.

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San Juan de Gaztelugatxe (Vizcaya)

San Juan de Gaztelugatxe: ¿un lugar sagrado para los antiguos?

En la actualidad, ha quedado claro que San Juan de Gaztelugatxe es un enclave con un ajetreo constante de gente que quiere hacerse una fotografía en un sitio mediatizado. Pero ¿tuvo la misma importancia en tiempos remotos?

El islote de gran envergadura donde se erige la ermita pudo ser un recinto sagrado para los antiguos debido a su ubicación, pues era un lugar en el que prácticamente se unía el mar con la tierra (hoy lo hace con la creación de esa península artificial). Además es un rincón que embelesa con los juegos de luces naranjas provocados por las puestas de sol, o donde se pueden presenciar fenómenos celestes tales como solsticios y equinoccios, de vital importancia dentro de las creencias de los antiguos.

 

Quizá la ermita dedicada a San Juan Bautista solo es un intento de cristianizar un recinto que fue sagrado para los antiguos y considerado como pagano para la nueva religión imperante. Hay que tener en cuenta que el solsticio de verano se cristianizó bajo el supuesto nacimiento de San Juan Bautista, la conocida «noche de San Juan», justo el personaje al que se rinde culto en San Juan de Gaztelugatxe.

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Juego de luces solares desde lo alto de San Juan de Gatzelugatxe

 

San Juan Bautista, el santo de Gaztelugatxe

Se puede decir que San Juan Bautista es un personaje fundamental para comprender el halo legendario que esconde San Juan de Gaztelugatxe. Según la leyenda, el Bautista fue el encargado de cristianizar todas estas tierras, desembarcando en el puerto de Bermeo, localidad vizcaína a quien pertenece este lugar mágico. Se cuenta que se plantó en tres pasos en el islote, como así atestiguan las tres huellas que supuestamente hay en la zona.

Una de esas huellas atribuidas a San Juan Bautista se puede encontrar en las escaleras que ascienden a la ermita. Las demás huellas se sitúan en Bermeo y las habría dejado el santo para conducir a los fieles al templo que se había construido bajo su advocación. La vinculación de las huellas con el Bautista pertenecen al terreno de la fantasía, ya que la ermita data del siglo X, pudiendo ser simples guías para llegar a este temple desde el municipio bermeano.

La tradición cuenta que la huella de San Juan Bautista de Gaztelugatxe tiene carácter milagrero. Sería capaz de curar migrañas si se pone sobre su pisada una txapela y después esta es colocada en la cabeza; o también podría acabar con los callos de los pies si son sobrepuestos encima de la mencionada huella. Sea real o no, durante «la noche de San Juan», muchos bermeanos acuden a venerar a este santo, tan vinculado con lo mágico y lo pagano.

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Supuesta huella de San Juan Bautista en Gaztelugatxe

 

Los Templarios y Gaztelugatxe, un enigma histórico

La vinculación de San Juan Bautista con Gaztelugatxe da paso a que entren en juego unos personajes que siempre aparecen cuando se habla sobre lo mágico y lo misteriosos. Estos no son otros que los caballeros de la Orden del Temple, más conocidos como los Templarios.

Asociados con un conocimiento prohibido y prácticas heterodoxas, San Juan de Gaztelugatxe a todas luces tiene papeletas para ser un enclave templario. Así lo cuenta una leyenda que asegura que los Templarios se asentaron en esta península artificial conociendo ese pasado pagano del recinto; habrían sido ellos quienes habrían instalado el culto a San Bautista en un encubrimiento de la figura del dios Jano y, sobre todo, del que creían que era el verdadero Mesías y no Jesús de Nazaret.

Sin embargo, la teoría templaria no se sostiene si se recurre a los datos históricos. Se tienen registros de la existencia de Gaztelugatxe desde el siglo XI, un siglo antes de que la Orden del Temple se fundara de forma oficial tras el Concilio de Troyes allá por el año 1129. Por ello, es imposible que el templo primigenio que había fuera creado por los Templarios, ya que cuando fue erigido todavía no existía dicha orden militar y mucho menos habrían llegado a la Península Ibérica.

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Ermita de San Juan de Gaztelugatxe, que algunos autores han vinculado con los Templarios

 

El castillo que habría en Gaztelugatxe

Aun así, este terreno siempre ha tenido tras de sí el enigma sobre la existencia o no de un castillo como atestigua la palabra «Gaztelugatxe» (que en castellano significa «castillo peligroso»). Su denominación vendría de una fortaleza inexpugnable que habría en lo alto del islote y que sería el germen de la actual ermita.

Esta hipótesis está sustentada en documentos históricos que dan veracidad a la presencia de un castillo. Estos aseguran que en el año 1053, tiempo en el que gobernaba el rey García III de Navarra, el castillo que habría en la zona, que por aquel entonces se llamaría Sancti Johanis de Castiello («San Juan del Castillo»), fue donado por el señor de Vizcaya a los monjes del monasterio aragonés de San Juan de la Peña.

Pero los datos históricos referentes a una fortaleza no acaban aquí. En el año 1172, el castillo es donado otra vez por el señorío de Vizcaya, esta vez al reino de Castilla, concretamente a los religiosos de Santa María de la Vid (Burgos).

Incluso los documentos han verificado una leyenda que afirmaba que en este lugar se refugiaron Juan Núñez III de Lara y los suyos, tras el ataque del rey castellano Alfonso XI al señorío de Vizcaya tras romper estos el vínculo de vasallaje. En lo alto de Gaztelugatxe, habrían resistido a un duro y agónico sitio por tierra y mar de las tropas castellanas, alimentándose de las aves que anidaban y de los hombres que iban falleciendo.  Este relato viene refrendado por un texto del año 1334 que cuenta que Juan Núñez III de Lara y sus seguidores estuvieron refugiados en la fortaleza durante un mes hasta que el ejército comandado por dos bermeanos fueron en su ayuda y consiguieron que batieran en retirada a las tropas de Alfonso XI. Por tanto, queda más que documentada la existencia de un castillo, de donde procede el término de «Gaztelugatxe«. Por desgracia, los restos que quedaban de la posición defensiva se han perdido con los sucesivos incendios que han devastado el recinto a lo largo de la Historia.

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Antes de ser la ermita que hoy se conoce, en la península artificial habría habido un castillo inexpugnable

 

Los fantasmas de San Juan de Gaztelugatxe

Hasta ahora, los misterios y leyendas de San Juan de Gaztelugatxe iban en consonancia con interrogantes históricos. No obstante, también existen historias paranormales que tendrían su poso en acontecimientos que han sucedido en la zona a lo largo del pasado.

La más conocida sería la leyenda que narra que las cuevas que habría en la zona baja del islote habrían sido utilizadas por la Inquisición como prisión para herejes y mujeres acusadas de brujería. Los prisioneros que iban a Gaztelugatxe jamás conseguirían regresar a sus casas debido a las malas condiciones y a los fuertes temporales marítimos que hacían que murieran ahogados en sus celdas. Se cuenta que las almas de aquellos fallecidos en la supuesta prisión de la Inquisición que habría en el lugar aún vagan profiriendo lamentos y peticiones de socorro.

Pero también hay relatos de aparecidos referentes a los ataques corsarios y saqueos que sufrió la ermita de San Juan de Gaztelugatxe. En primer lugar, el templo fue saqueado por los hombres de sir Francis Drake, considerado como un corsario por los ingleses y como un pirata por los españoles, que incendió la ermita y arrojó al ermitaño al mar desde lo alto del islote. Y por otro lado, misma suerte corrió la ermita y su custodio cuando la ermita fue nuevamente atacada en 1594 por los hugonotes franceses.  En recuerdo de los dos fastuosos sucesos se cuenta que el espíritu de ambos ermitaños aparecen cuando cae la noche en la explanada que hay al alcanzar la cima, que habría sido el punto exacto desde donde fueron arrojados al mar.

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Explanada desde donde habrían sido arrojados los ermitaños por Francis Drake y los hugonotes

 

Tradiciones que se celebran en San Juan de Gaztelugatxe

Finalmente, más allá de misterios y leyendas, San Juan de Gaztelugatxe es un enclave plagado de tradiciones que lo han convertido en el lugar de peregrinación por antonomasia de la costa vasca. Quizá la tradición más extendida por los visitantes es la de tocar la campana de la ermita tres veces, como las tres huellas del santo, para que este otorgue buena suerte a quienes han acudido a su templo.

A pesar de lo arraigada que está la tradición de tocar la campana durante tres veces, las costumbres ligadas a Gaztelugatxe son eminentemente marineras. De hecho, en el interior de la ermita se encuentran exvotos en forma de maquetas de barcos, rogativas de pescadores, regalos en forma de pinturas, etc. con el objetivo de conseguir protección de San Juan Bautista durante los periplos en alta mar, para lograr buenas faenas en la pesca del atún o para regresar a casa con sus familias sanos y salvos. Y no solo se pide la intercesión del santo a través de exvotos, sino que los pescadores bermeanos se acercan con sus embarcaciones y dan tres giros a babor y tres giros a estribor bajo la ermita para pedir buena pesca, buen tiempo y sobre todo buena salud; este ritual lo llevan a cabo incluso los atuneros más modernos antes de partir hacia mares lejanos.

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Campana de la ermita de San Juan de Gaztelugatxe que hay que tocar tres veces, como marca la tradición

 

Una tradición misteriosa y que se ha perdido respecto a San Juan de Gaztelugatxe es relata en La España Negra, obra del viajero belga Émile Verhaeren y llevada al papel por su  compañero de aventuras Darío de Regoyos. Este libro de viajes tremendista publicado en 1899 recoge que en la Fiesta de San Juan Degollado, en torno al 29 de agosto, los vecinos de Bermeo y Baquio acudían en procesión a la ermita del islote de una forma que causó impresión a Verhaeren. Relata que las mujeres que subían a lo alto del peñón lo hacían con mantillas negras y ascendían arrastrándose de rodillas, en señal de penitencia, mientras iban rezando; las mujeres eran acompañadas por niños que también llevaban a cabo la sinuosa tradición. Todo ello a la vez que los hombres se encontraban comiendo y bebiendo desde la orilla de acceso al islote.

«Algunas van vestidas con el hábito que da a las españolas el carácter de penitentes; los niños de negro o morado con la fúnebre armonía de coronas amarillas en la cabeza cumplen también las promesas de sus madres; entonces el que va allí como curioso ve el contraste de aquellos tristes que se martirizan con los que se emborrachan en la romería y aún para el que no es creyente los arrodillados resultan admirables, refiere el viajero belga en palabras de Darío de Regoyos. Este último, además de traducir las vivencias de Émile Verhaeren, se dedicó también a dibujar lo que presenciaban. Es por ello que en La España Negra inmortalizó a través de carboncillo cómo mujeres y niños, con el aspecto oscuro de las túnicas, subían de rodillas por las empinadas escaleras hacia la ermita de Gaztelugatxe.

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Subida a Gaztelugatxe por mujeres y niños arrastrándose de rodillas, plasmado por Darío de Regoyos en ‘La España Negra’ (1899)

Lo que poca gente sabe es que en las profundidades del mar que rodea a Gaztelugatxe existe una imagen de la Virgen de Begoña. Dicha imagen tiene un metro y medio de altura y fue colocada a 12 metros de profundidad en el año 1963, tras la idea de un italiano afincado en Bilbao que quería imitar al Cristo de los Abismos de Génova. Cada 15 de septiembre se celebra una misa en la ermita en honor a la virgen sumergida y a continuación unos buzos se sumergen en el mar para realizar una ofrenda floral a la Virgen de Begoña para pedir protección de todos aquellos que se lanzan a la mar para que lleguen a buen puerto.

En suma, son unas tradiciones y costumbres que representan a un lugar mágico, cargado de misterios y leyendas, como es San Juan de Gaztelugatxe. Magia que se conserva sin importar las masas de enfervorecidos seguidores de Juego de Tronos que acuden a la costa vasca para presenciar ese emplazamiento donde habitarían los dragones de Rocadragón. Una circunstancia que añade más magnificencia a uno de los enclaves más bonitos que hay en toda la Península.

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Imagen de la Virgen de Begoña sumergida en las aguas que rodean a Gaztelugatxe

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