La misteriosa bestia conocida como La Pistia que aterrorizó al pueblo de Domaikia

Siempre se ha hablado de la misteriosa bestia de Gévaudan, una criatura que asoló a esta región francesa durante el siglo XVIII. Pero no hay que irse al país vecino para encontrar historias similares que tienen como protagonista a un extraño ser que devoraba hombres, mujeres y niños sin distinción.

En Domaikia, población situada dentro del municipio alavés de Zuia, los mayores aún tienen un recuerdo imborrable de esta criatura; y los más pequeños se levantan asustados entre horribles pesadilla donde ella aparece aunque jamás la hayan visto. Se trata de La Pistia.

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Domaikia desde el monte Iruratxi

La Pistia que devoraba a los vecinos desgraciados de Domaikia

Los vecinos de Domaikia tienen muy presente los relatos que se han transmitido de generación en generación sobre La Pistia. Cuentan que esta enigmática bestia habitaba en una cueva que se ubica en los riscos del monte Iruratxi, en el margen derecho de la localidad y enfrente del monte donde se alza el Santuario de la Virgen del Oro.

Los relatos narran que La Pistia, cuando había tormentas o nevadas, no dudaba en salir por las noches de su escondrijo en el monte Iruratxi y atacar y devorar al ganado que pastaba por los terrenos colindantes, así como a las personas que cruzaban el valle que comunicaba Domaikia con Jugo y Murguia. El propio cura de Domaikia, como cuenta Julián de Olabarríaabandonaba Murguia antes de que cayera la noche «no sea que me salga la Pistia del Carrascal».

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Roquedo del monte Iruratxi donde se encuentra la cueva donde habitaría La Pistia

Los vecinos del pueblo no son capaces de situar cronológicamente cuándo la bestia mencionada atemorizó a sus antepasados, aunque todo apunta a que todo sucedió en la segunda mitad del siglo XVIII como quedará patente en el apartado en el que se abordan las posibles explicaciones (las fechas concuerdan curiosamente con los legendarios ataques de la bestia de Gévaudan en Francia).

Saben que es una criatura que destacaba por su fiereza y por su gran tamaño, pero nunca supieron de las características concretas de aquella bestia. De hecho «Pistia» es un término extendido en el País Vasco que se usaba para identificar a aquellos animales que no eran conocidos. Esta denominación ha quedado arraigada en esta localidad de la provincia de Álava, pues jamás se llegó a identificar con ninguna alimaña de la zona.

Se ha especulado con que pudo ser un oso. No es una teoría descabellada, ya que en los alrededores habitaba este animal hasta el primer tercio del siglo XIX. Más rocambolesco es lo que propone Joaquín Joseph de Landázuri en su Historia Civil de Álava (1926) que afirma que en los montes de Zuia habitaban los «tigueres», unos tigres más pequeños que los comunes aunque igual de fieros y dañinos. Según Landázuri, los pueblos aledaños realizaban ordenanzas que promovían la caza de estos animales para evitar que atacaran al ganado y las personas menos precavidas. Se desconoce la especie a la que se refiere, aunque por la descripción se podría tratar del ‘katamotz’ que hablan los documentos históricos, que los historiadores han relacionado con el lince ibérico.

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La historia de La Pistia recuerda a la bestia de Gévaudan de Francia

 

Los vecinos de Domaikia se aferran a la Virgen del Oro para acabar con los ataques de La Pistia

El terror causado por La Pistia en los habitantes de Domaikia tuvo que ser tan grande que sus rogativas a la Virgen del Oro tuvieron como protagonista a la insólita criatura. Era tradición en el siglo XVIII en el Santuario de la Virgen del Oro que cada año acudiera un pueblo del valle de Zuia a oficiar misa, recitar cantares compuestos para el momento y realizar las rogativas pertinentes que incumban a toda la población.

Por ello, cuando le tocó al pueblo de Domaikia hacer los oficios pertinentes en el santuario, lo enfocaron al objetivo de acabar con La Pistia con cantares y rogativas como la siguiente:

«Soberana Virgen del Oro, líbranos de todo mal, te lo pedimos a coro, de la Pistia del Carrascal.  En la villa de Domaikia ya se van a pacentar los alegres pastorcillos que el ganado han de cuidar. Pero negros nubarrones amenazan tempestad que la bestia más horrible se oculta en el encinar.

Los abuelos de Domaikia, en las noches de nevar, cuentan horribles leyendas alrededor del hogar, y los pobres nietecitos ya se han echado a temblar siendo tanto el miedo que tienen que no quieren acostar.

En la peña de Iruratxi se oye el viento rebramar y desde Oro a Jugatxi a las madres suspirar, porque en la cueva de Goba, de un potrillo al relinchar, que unos pobres corderillos acaba de devorar».

El cantar cita también a la Virgen de Jugatxi, de la cercana población de Jugo, que era juntada con la imagen de la Virgen del Oro cuando alguna calamidad se cernía sobre el valle. Es por ello que la situación tenía que ser insostenible para Domaikia, principal afectada por las correrías de La Pistia.

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Santuario de la Virgen del Oro, donde acudían los vecinos de Domaikia para pedir ayudar contra La Pistia

El Anxo, una variante de La Pistia de Domaikia semejante al Tártalo

No obstante, las narraciones en Domaikia no solo vinculan a La Pistia con una bestia animal desconocida. También recurren a los relatos míticos extendidos por todo el País Vasco para dar explicación a esas supuestas desapariciones de ganado y de personas que se producían en el monte Iruratxi. La variante hace referencia al Anxo, una especie de cíclope que haría de las suyas en el mismo lugar que la extraña criatura ya citada.

El Anxo incluso es mencionado por José Miguel de Barandiarán cuando documenta las leyendas y tradiciones del valle de Zuya. El sacerdote y etnógrafo vasco recopiló que en Domaikia habitaba un ser con un único ojo que viviría en la misma cueva que La Pistia y que se alimentaba de humanos:

«En Domaikia hablan de un genio con un ojo en la frente, que habita en una cueva de la región. Habiendo secuestrado a un muchacho, lo metió entre cadáveres. La puerta de la cueva se abría cuando el cíclope decía ‘Ábrete, Charranca'».

La descripción encaja con la figura del Tártalo, un personaje mítico muy extendido en el País Vasco con rasgos similares al Anxo. Se dice de él que es un gigante con un único ojo y con un anillo mágico en un dedo. Habitaría en cuevas situadas en bosques montañosos y no dudaría en devorar a desprevenidos muchachos que se encuentren junto a sus rebaños de ovejas. Los modos de acabar con la vida del Tártalo son apuñalando su ojo o quitando el anillo con propiedades mágicas que posee.

El Anxo recuerda mucho al Tártalo, más si cabe al recoger una leyenda que se cuenta también en Domaikia. Esta recoge que este ser sería un gigante con un solo ojo que habitaría en la cueva que hay entre los carrascales del monte Iruratxi, que no dudaba en arrancarlos de cuajo cuando se interponían en su camino. Su alimentación se basaba en los animales y personas que se encontraba a su paso bajo la espesura de la niebla, causando gran temor en los pueblos de la zona.

Los vecinos de Domaikia, con el propósito de acabar con el Anxo, decidieron ascender al Santuario de la Virgen del Oro para pedir ayuda a San Miguel, ya que junto al templo antes existía una ermita bajo esta advocación en el ya desaparecido poblado de Astora. Las plegarias al santo parece que surtieron efecto, pues la leyenda finaliza con la muerte del cíclope a manos de San Miguel al clavar su espada en el ojo cuando el gigante intentaba devorar a un pastorcillo.

Queda patente que existen otros relatos como el del Anxo para poder crear una imagen clara de aquella bestia que habitaba en los montes de Zuya, aunque sin duda el que ha quedado más arraigado es el de La Pistia, hasta el punto de estar presente en la actualidad.

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El Anxo de Domaikia es una variante del personaje mítico vasco del Tártalo

 

La tradición que recuerda la caza de La Pistia

Hoy en día, La Pistia es recordada cada 24 de agosto por los habitantes de Domaikia. Durante la noche de este día dedicado a San Bartolomé, patrón del pueblo, algunos vecinos disfrazados de una bestia demoníaca comienzan a llevar un carro cargado de una jaula en dirección al monte Iruratxi, mientras que mujeres y niños llevan antorchas, palos e instrumentos de labranza. La meta es clara: cazar a La Pistia.

La tradición intenta demostrar que todos las familias se reunieron para conseguir dar muerte a la fiera, aunque la leyenda nunca ha contemplado que la bestia fuera cazada. Según esta adaptación del siglo XXI, La Pistia fue atrapada y encerrada en la cueva donde vivía tras haber acordonado el monte y tapado su escondrijo, solo pudiendo salir la noche del 24 de agosto. Y por ello, acuden a su morada para evitar que pueda volver a causar estragos en el valle.

La batida ritual para cazar a la bestia comenzó en el año 2005 en recuerdo de uno de los sucesos más emblemáticos por los que se conoce a la localidad. Es una festividad que reúne a los más mayores con los más pequeños que, sobre todo, se reúnen para celebrar que uno de los símbolos de la memoria del pueblo está más vigente que nunca y lejos de desaparecer.

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Vecinos de Domaikia en la batida ritual contra La Pistia en la noche del 24 de agosto

Posibles explicaciones a la historia de La Pistia

A pesar de que la tradición de la batida es de este siglo, posiblemente el origen de La Pistia no se encuentre antes de la segunda mitad del siglo XVIII, coincidiendo con las noticias de la bestia de Gévaudan, en Francia. Incluso se podría acotar más las fechas, concretamente a partir del año 1779.

Este tipo de seres siempre «aparecían» en épocas de desgracias que se cebaban con determinadas comunidades. Al no poder explicarse estas por medio de la razón y de lo tangible, la única herramienta a la que se podía acudir era a la fantasía y a la imaginación. Así la Edad Media se llenó de bestiarios con feroces criaturas estrambóticas o en territorios aislados surgieron unas creencias míticas para poder aclarar fenómenos naturales pero desconocidos en la época.

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La batida contra La Pistia es una festividad moderna que ha quedado asentada desde 2005 en Domaikia

Se ha mencionado que las rogativas a la Virgen del Oro junto a la de Jugatxi se producían de forma extraordinaria en etapas de calamidades y enfermedades. Y Julián de Olabarría recoge en su obra El valle Zuya que estas tuvieron lugar en el año 1779.

En los meses anteriores a este año, el valle fue víctima de fuertes temporales y nevadas que devastaron las cosechas y provocaron que cada parroquia tuviera que racionalizar los alimentos ( hay que recordar que La Pistia salía de su cueva cuando había nevadas y tormentas). La circunstancia de la pérdida de cosechas se acrecentó en 1779 cuando una epidemia en el ganado vacuno procedente de Francia hizo que miles de vacas fallecieran en el País Vasco, sobre todo en esta comarca. Y por si fuera poco, el 3 de agosto se produjo un brote de cólera en el valle de Zuia que no hizo más que empeorar la situación.

Por tanto, no es casualidad que La Pistia surgiera en esta etapa difícil para un valle asolado por enfermedades y desgracias. Además que los atributos de esta bestia encajan a la perfección con los males que se vivieron en 1779 (fuertes inclemencias meteorológicas y muertes de ganado y de personas). Es más que posible que se optase por buscar en la fantasía la posible explicación de todos esos males que se habían ensañado con aquella zona sin razón alguna.

Y es posible que hasta Domaikia y alrededores hubiera llegado alguna información de la cercana Francia sobre lo que se contaba de una bestia de Gévaudan que había provocado pánico en aquella región entre 1764 y 1767. Aunque esto ya es una suposición que es muy complicada de demostrar sin la existencia de documentos fehacientes que puedan apuntar a ello.

Sea lo que fuere aquella misteriosa criatura, todavía está muy presente en Domaikia. De hecho, los pueblos cercanos conocen a sus habitantes como «los del pueblo de La Pistia«. Y por si fuera poco, los propios vecinos han creado un escudo moderno donde aparecen los tres pilares de su legado cultural: la palma de San Bartolomé, la Cruz de la Virgen de Oro y, cómo no, La Pistia que se esconde entre los carrascales del monte Iruratxi. Un legado cultural que demuestra que es una historia que está lejos de ser olvidada.

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Escudo moderno de Domaikia con La Pistia saliendo entre los carrascales (Aunia)

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