Los misterios del cerro Almodóvar, un lugar de poder en Vicálvaro

A tus pies he vivido grandes momentos que nunca olvidaré; también he sufrido grandes golpes que te da la vida por el mero hecho de tenerla.
He jugado, he reído, he llorado, he soñado… todo a tus pies.
Todo esto y mucho más no ocurriría si tú no existieras. Mi vida, al fin y al cabo, se debe gracias a tu vigilancia desde lo más alto como un inexpugnable guardián que cada día que pasa velas por nuestra seguridad, te asombras por nuestras historias y amas a todo el que te rodea.
Como orgulloso “ahumao” que soy (luego veréis que significa), reconozco que si no nombramos al cerro Almodóvar, no podríamos hablar del barrio de Vicálvaro.
El cerro Almodóvar es la razón de ser de mi barrio, gracias al cual fuimos lo que fuimos, somos lo que somos y seremos lo que seamos.
Pero todo ello se debe a lo que ha acontecido a lo largo del tiempo y que seguirá sucediendo… a tus pies.

El cerro Almodóvar, un verdadero lugar de poder.

Un lugar de poder es simplemente un enclave en el que ocurre una sutil alteración del comportamiento humano.
El cerro Almodóvar, desde la Prehistoria, fue un lugar donde acudían los primeros madrileños para realizar sus cultos y rituales en su cima cuando el Sol se ponía. En las cuevas ya desaparecidas, estos primeros madrileños vivirían, como así se han encontrado restos de esta presencia.

Por si fuera poco, se han encontrado los mayores yacimientos de sílex de la Península Ibérica en este paraje, demostrando la estancia del hombre del Paleolítico y del Neolítico en el montículo vicalvareño. Lo curioso del asunto y que demostraría la celebración de estos rituales sería que estos objetos de sílex no eran de la zona, sino que provenían de otros sitios más apartados.

Esta magia se trasladó con el continuar del tiempo. No muy lejos de aquí y orientado hacia el cerro, en 2011 se halló una necrópolis o cementerio visigodo con 900 enterramientos datados del siglo VI y que vendrían a demostrar a que cerca del cerro existía una ciudad importante visigoda.

En la etapa musulmana, en lo alto del cerro se alojaba una atalaya que vigilaba la zona de los enemigos. De hecho, el término “Almodóvar” viene del árabe que significa “redondo”. Por eso a esta elevación también la conocen como el “Cerro Redondo”.

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Ya en la época cristiana, ocurre uno de los hechos más milagrosos y mágicos que serviría para catalogar al cerro Almodóvar definitivamente como un auténtico lugar de poder. Cuenta la leyenda que andaban unos campesinos por la zona del cerro cuando, de repente, encuentran enterrada una imagen de la Virgen. Este hallazgo plantearía un serio problema: ¿la Virgen pertenecería a Vicálvaro o a Vallecas?
Para solucionar esta polémica se decide crear una hoguera a la que acuden los dos pueblos, que se sitúan en dos lados diferentes. Al pueblo donde fuera el humo de la hoguera se le negaría la posesión de la imagen de la Virgen. El humo fue hacia el pueblo vicalvareño, quedándose la Virgen en Vallecas ( podemos encontrarla en la ermita de Nuestra Señora de la Torre, que se erigió en la zona del cerro donde se encontró) y recibiendo los habitantes de Vicálvaro el mote de “ahumaos”, apodo que en la actualidad se sigue usando.

Estas son razones para demostrar que, con el paso del tiempo, el cerro Almodóvar ha sido punto sagrado de reunión de diferentes civilizaciones que se han asentado en su ladera, dando fe de que en él sentían y percibían sensaciones que en otros lugares no se dan cita.

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La Guerra Civil y el misterioso búnker del cerro Almodóvar.

La Guerra Civil sacudió a esta zona del sureste madrileño, siendo ésta un lugar donde hubo enfrentamientos entre los dos bandos beligerantes en la contienda ocurrida entre 1936 y 1939.
La idea de entrar en Madrid del general Varela atravesando el río Manzanares a su paso por Villaverde y mediante la conquista de Vicálvaro y Vallecas, hizo que el presidente de la República Francisco Largo Caballero ordenara a la XI Brigada Internacional acantonarse en el barrio vicalvareño. Vicálvaro no fue una zona de combate como tal pero en ella existía una línea defensiva como medida preventiva. Asimismo, se vio afectado por la cercana batalla del Jarama, que tanto marcó la guerra.

El barrio donde se encuentra el cerro Almodóvar fue, tras esta batalla, cercado por las tropas nacionales franquistas. Se crearon refugios antiaéreos que eran inútiles, por lo que los “ahumaos” tenían que dormir en sus bodegas por si en cualquier momento llegaba un bombardeo.

En Vicálvaro se vieron auténticos combates aéreos en los que se abatieron aviones entre ambos bandos.
Por estos cielos surcaron los aires la potente aviación alemana, que no se comparaba a la española ni por asomo.
Como muestra de estas batallas y de la presencia alemana destaca el suceso ocurrido el 12 de marzo de 1939, cuando un Heinkel 111 alemán al mando de Friedrich Haerle se estrelló en las cercanías, cómo no, del cerro Almodóvar.
Friedrich Haerle fue el único comandante de la Legión Cóndor que murió durante la Guerra Civil Española.

De la Guerra Civil nos queda como legado la piedra que estaba colocada en el punto exacto donde se estrelló el piloto alemán, con una estela funeraria donde había una Cruz del Hierro pintada que, por culpa de unos vándalos desaprensivos, fue borrada. La lápida en sí, se conserva en el Archivo Histórico de Vicálvaro.

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En el cerro Almódovar se han encontrado hace relativamente poco casquetes y metralla producto de la defensa de la zona, así como un búnker con cierto halo de misterio que hoy hablaremos aquí.

El búnker que se encuentra en una ladera del cerro sirvió de defensa para los republicanos que aguantaron en él como buenamente pudieron, sufriendo penas y calvarios. Muchos son los testimonios, por no decir que ya es leyenda popular, que cuentan que en este búnker se sensaciones extrañas, como si la contienda nunca hubiera acabado en este preciso enclave.
Puede que sea una muestra más de intentar, por parte de los habitantes, de tapar la Historia Negra del Barrio; pero se sabe que los lugares donde han sucedido muertes o escenas de pánico, penurias o calvarios quedan de algún modo impregnados, como anclados entre dos mundos.
El búnker no es nada espectacular, pero si lo sería el percibir esas inusuales sensaciones de algo que se repite eternamente dentro de esos túneles subterráneos cuyos pasadizos se alargan kilómetros donde no se ve nunca el fin.

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Lugar maldito: asesinatos y ritos satánicos en el cerro.

El cerro Almodóvar está casi abandonado a su suerte. Él mismo clama al viento para que se haga cargo de su Historia y su gran valor.
Muchas claves para entender este abandono es el continuo devenir de grandes botellones que ensucian su ambiente, además de incendios provocados por enfermos de cabeza y de corazón.
Todo esto queda plasmado en el inconsciente colectivo, pero también marca el que en él hayan sucedido ni más ni menos, que brutales asesinatos como el ocurrido en noviembre de 1996.

Beatriz A. web_20era una joven de 21 años que trabajaba como intérprete en una discográfica de Alcorcón. Cuando acababa su jornada laboral por la noche llegaba a la estación de Vallecas, donde cogía la RENFE para volver a su casa de Vicálvaro donde vivía. Sin embargo el miércoles 27 de noviembre de 1996 inexplicablemente se bajó en la parada de antes, en la estación de Santa Eugenia, no se sabe si por error o porque fue obligada a ello.
Lo cierto es que nada más bajarse, dos hombres la secuestraron y llevaban a la joven hacia un descampado que se encuentra en una ladera del cerro Almodóvar, a unos 800 metros de la Estación de Santa Eugenia. Ya en el descampado, los secuestradores la realizaron tocamientos y quién sabe si la violaron. Lo que si se sabe es, que uno de ellos, cogió una gran piedra y la impactó contra la cabeza de Beatriz, negándola la vida para siempre.
Pasados dos días, el 29 de noviembre se hallaba el cuerpo de Beatriz A. en el mismo descampado donde fue brutalmente asesinada. Se encontraba boca abajo, con signos de haber sido forzada y con el cráneo totalmente destrozado.
El crimen no se aclararía hasta dos años más tarde, cuando uno de los detenidos sospechosos del secuestro, violación y asesinato rompió a llorar durante el interrogatorio reconociendo después los hechos ante el juez, siendo condenado por tan macabro procedimiento digno de una persona sin sentimientos.

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Y no solamente el cerro ha sido testigo de brutales acontecimientos, sino que en él se dan con frecuencia oscuros rituales en los que se mezclan brujería, satanismo y vudú.
Diversas personas me han trasladado a mí que, paseando una tarde por el cerro, se encontraron a un grupo de personas en el pinar del cerro realizando una extraña ceremonia que no entendía.
Una persona en concreto, de la que no revelaré el nombre porque no quiere ser reconocido ( véase el miedo que pasó), me contó que al día siguiente de ver el extraño ritual volvió al lugar exacto donde se estaba celebrando tal “espectáculo”. Lo que vio le llenó más aún de miedo: pájaros degollados, lenguas de animales con un alfiler en medio, velas rojas, restos de una pequeña hoguera… Estas evidencias de un rito satánico mi testigo anónimo lo describe como una “verdadera danza de la muerte”.
El día que me acerqué al pinar del cerro Almodóvar para ver si todo lo que contaba era cierto, hará cosa de dos meses, me topé con pruebas que afirmarían lo relatado por el testigo.

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En este caso vi restos de una hoguera pequeña con palos minuciosamente cortados alrededor para que se llevase a cabo dicha fogata.
Pero lo que me encontré después me hizo plantearme más las cosas: en el suelo hallé un pañuelo negro que envolvía algo. Ese algo era una fotografía, pero no una fotografía cualquiera. En ella aparecía la típica imagen de una pareja que pertenecía al reportaje de la boda entre ambos. Lo curioso que la cara de la mujer que aparecía en esta fotografía abandonada en mitad de la nada dentro de un misterioso pañuelo negro que daría mucho que hablar, se encontraba totalmente raspada a diferencia de la totalidad de la foto, que se convervaba perfectamente dentro del pañuelo negro.
¿Casualidad? No creo. No creo puesto que en vudú existe una técnica similar donde se envuelve en un paño negro una imagen o pertenencia con el fin de hacer mal a la persona que se encuentra marcada mediante raspado, esto es, la imagen de la mujer.
En ese momento sentí un poco de miedo, ya que podía haber influido en el transcurso del rito y me podía haber hecho una especie de efecto rebote. Pero ha pasado un mes y aquí me tenéis todavía…

Soy el autor del artículo, aunque originalmente fue publicado en la web de Al Otro Lado de la Realidad:

Los misterios del mágico cerro Almodóvar

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