«Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son». Esta frase lapidaria, inmortalizada en uno de los muros de la Plaza de la Puerta Cerrada esconde un viejo lema de la ciudad de Madrid. Para unos, no deja de ser un adorno más que engalana las caóticas calles de la zona; para otros, se trata de un mero graffiti que sirve para tapar el descalabro que el paso del tiempo ha hecho en la fachada donde se encuentra.
De esta forma, el madrileño de a pie, más atento al mundanal ruido ofrecido por la ciudad que a la verdadera estampa castiza, pasa por alto uno de los grandes enigmas que lleva a cuestas la Villa y Corte a sus espaldas. Un enigma que tiene que ver, nada más y nada menos, que con su propio origen.
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El mito como explicación del origen de Madrid
Siempre se ha dado por hecho que Madrid fue fundada por los musulmanes bajo el nombre de Magerit, en tiempos de Mohamed I de Córdoba como plaza estratégica en la defensa de la ciudad de Toledo. Sin embargo, la falta de documentos escritos sobre el origen de Madrid, ha provocado que la realidad histórica que se desconoce haya sido parcheada a través de la fantasía y de la imaginación para crear un relato comprensible por todos.
Como asegura Mª Isabel Gea Ortigas en su obra Historia del oso y el madroño (1999), el desconocimiento de los primeros pasos de la ciudad hizo que historiadores de los siglos XVI, XVII y XVIII dieran rienda suelta a la imaginación, situando la fundación de esta en tiempos ancestrales; antediluvianos, como que Madrid fue creada incluso antes del Diluvio Universal; o casi bíblicos, afirmando que el propio apóstol Santiago llegó a predicar en la Villa allá por el año 38 durante su paso por la Península Ibérica.
La leyenda de Ocno Bianor, el griego que huía de Troya y que fundó la Mantua Carpetana
Una vieja leyenda cuenta que Madrid era la Mantua Carpetana que menciona Claudio Ptolomeo en su Geographia. También que su fundador fue Ocno Bianor, un guerrero griego que luchó junto a Eneas en la famosa guerra de Troya. Ocno Bianor sería hijo ilegítimo de Tiberio, rey de Toscana y fundador de la Mantua italiana, tras mantener una relación amorosa con la adivina Manto de Atenas.

Según la leyenda, Ocno Bianor logró escapar de las llamas y la destrucción de Troya. Consiguió varias naves y, junto a varios leales, llegó a Italia donde fundó la ciudad de Mantua en honor al nombre de su madre. Aun así, movido por un sueño en el que le hablaba el dios Apolo, Bianor emprendió un viaje hacia el Oeste donde la divinidad aseguró que se le volvería a aparecer. Tras varias aventuras en su periplo de 10 años, Apolo volvió a aparecer cuando el guerrero griego se encontraba en un terreno salvaje en medio de la nada. Este comunicó a a Bianor que creara en ese mismo lugar una ciudad, poblarla y ofrecerla a la diosa Metragirta. Los primeros habitantes que se comprometieron a vivir en el asentamiento fueron los carpetanos, una tribu que vivía en tierras aledañas y que ayudaron al griego a que su ciudad prosperase.
Jerónimo de Quintana cuenta que el nombre que Ocno Bianor dio a la ciudad fue el de Mantua Carpetana, en memoria de su madre Manto y de Carpetana, en recuerdo a aquellos hombres que la poblaron, y que en latín viene de carpetum, es decir, «carro», que es el mismo nombre que recibían las siete estrellas de la constelación que se ve desde Madrid.
No obstante, la leyenda explica que la Mantua Carpetana fue fundada por Ocno Bianor en el año 1059 a.C., cuando la guerra de Troya es mucho más anterior. La historia de Ocno Bianor como creador de la ciudad de Madrid bajo el nombre de Mantua Carpetana fue aceptada hasta el siglo XIX. Fue en este siglo cuando los historiadores y cronistas de la Villa concluyeron que solo en una edición en italiano de 1491 de la Geographia de Claudio Ptolomeo figuraba una anotación que decía «Mantua, antiguamente Viseria, hoy Madrid» y que no tenía nada que ver con la obra original. Además, las coordenadas de esta supuesta población de Claudio Ptolomeo no encajan con la ubicación madrileña y sí con Villamanta (véase lo revelador de su toponimia), siendo un error más de los muchos que contiene el geógrafo clásico.

La versión madrileña de Ocno Bianor puede haberse inspirado en el relato de Virgilio sobre la fundación de la ciudad italiana de Mantua. El poeta romano aludió esta fundación a Ocnos, un personaje de la mitología griega que habría creado la Mantua italiana y le habría dado ese nombre en honor a su madre Manto, que era hija del adivino tebano Tiresias.
El espantable y fiero dragón de la Puerta Cerrada: ¿otro ejemplo de la fundación griega de Madrid?
La idea de la fundación griega de Madrid no solo estaba sustentada por la figura mítica de Ocno Bianor, sino también por la obra de Juan López de Hoyos, quien fuera el maestro de Miguel de Cervantes. López de Hoyos afirmó en su Declaración de las armas de Madrid y algunas antigüedades (1572) que en el momento que se derribó la Puerta Cerrada (estaba ubicada justo donde se encuentra el mencionado lema de Madrid), vio cómo tenía grabado en sus muros «un espantable y fiero dragón».

Este relataba que el dragón apareció en el lienzo de la Puerta Cerrada y que estaba hecho de piedra berroqueña. Según López de Hoyos, esto sería el mejor ejemplo de que Madrid fue fundada por los griegos, pues el dragón era el escudo de armas y estandarte de la Grecia clásica. Incluso iba más allá, diciendo que el general griego Epaminondas llevaba a esta criatura mitológica en su bandera, la cual colocaba en todos los edificios que construía.
Por otro lado, Jerónimo de Quintana no le daba tanta importancia al supuesto dragón, sino que optaba por decir que era una serpiente, por lo que la Puerta Cerrada también era llamada por los vecinos como la «Puerta de la Culebra». Sin embargo, en el siglo XIX, el Archivero de la Villa rescató el viejo texto del dragón griego de López de Hoyos y no se dudó en incorporarlo al escudo de la ciudad. Así, un dragón o grifo ocupó un lugar importante en el blasón de la Villa y Corte hasta el año 1967 (y todavía se conserva en varios rincones como la Casa de la Villa o los jardines de Cecilio Rodríguez del Retiro). Que un dragón helénico se vinculara a Madrid hizo que afloraran esos mitos sobre los fundadores griegos que los historiadores y cronistas del siglo XIX tuvieron que combatir.

Ursaria o Viseria: Madrid fundada en honor a una adivina
La idea de los griegos quedó descartada, pero no tanto un supuesto origen romano. Así, vincularon a Madrid con Miaccum, una mansio romana que el historiador Juan Ortega Rubio aseguraba que el nombre provenía del arroyo de Meaques, que cruza la Casa de Campo. Aunque tuvo más fuerza el nombre de Ursaria o Viseria.
Como un residuo de la historia de Mantua, los romanos habrían llamado a la ciudad Viseria, en honor a Manto, que era una adivinadora, o una visionaria y, como recuerdo de este topónimo, quedarían el cerro de las Vistillas y la calle Buenavista. Viseria, con el tiempo degeneraría en Ursaria. Esta teoría se encargó de desmentirla Pascual Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico.
Pero como asegura Gea Ortigas, los cronistas del siglo XIX llegaron a la conclusión de que los romanos llamaron a este lugar Ursaria por ser Madrid tierra de osos (ursus en latín). También menciona que crearon una una teoría paralela, como es afirmar que Ursaria viene de «Ur» una palabra hebrea que significa «fuego», en lo que sería una referencia a la gran cantidad de sílex o pedernal que había en la zona: de aquí vendría la citada frase de «Sobre agua fui edificada, mis muros de fuego son».

El origen del lema de la ciudad de Madrid
López de Hoyos relataba que el primer distintivo de la ciudad de Madrid, que dataría de antes de la batalla de las Navas de Tolosa, estaba formada por un pedernal semisumergido en agua mientras que de él saltaban chispas al ser golpeado por dos hachas. Es en ese escudo descrito por el humanista en el cual aparece el ya mencionado lema de «Sobre agua fui edificada, mis muros de fuego son, esta es mi alcurnia y mi blasón».

Tanto este escudo como la frase aluden al emplazamiento donde nació Madrid por los musulmanes. Magerit fue levantada sobre un enclave cuyo subsuelo estaba repleto de aguas subterráneas que podían abastecer sin problema a todo un asentamiento. Por otro lado, la muralla que los musulmanes construyeron estaba hecha de pedernal, tan presente en los alrededores como se ha dicho ya. Este material provoca chispas al ser golpeado, como pasaba cada vez que las flechas del enemigo chocaban contra los muros defensivos de la plaza.
El escudo del que habló López de Hoyos desapareció, pero la frase quedó intacta dentro del inconsciente madrileño como un símbolo, una insignia de la ciudad. Así, en el lugar donde se encontraba esa famosa Puerta Cerrada, que tantas teorías fundacionales provocó en la Villa y Corte, se colocó un mural que sirviera de recuerdo para todos los vecinos de Madrid. Un recuerdo que se perdería entre los primeros pasos que dio una pequeña plaza defensiva antes de ser uno de los centros del mundo.

Muy interesante, me lo apunto para leer con más calma y conocer mejor el suelo sobre el que vivo
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