Luces extrañas y fenómenos anómalos en la Zamora de 1755

«Hallándose el sol muy claro y la mañana apacible, a la hora de las nueve y tres cuartos de ella, repentinamente, sin otro accidente ni señal, sobrevino en esta villa un temblor o terremoto tan impetuoso y extraño que improvisadamente se vieron mover todas las habitaciones. Creyendo cada uno de sus vecinos que la ruina era solo en su propia casa, con terror y espanto procuraron desampararlas, recurriendo al refugio de otros inmediatos vecinos a quienes hallaron con el mismo temor y espanto. Y saliéndose a las calles y plazas se experimentó el universal clamor de todo el pueblo, creyendo todos que había llegado la Última Hora…». Con estas palabras recoge el alcalde mayor de Benavente, ciudad de la provincia de Zamora, lo vivido durante la mañana del 1 de noviembre de 1755. Durante esa aciaga jornada matinal del Día de Todos los Santos, el Gran Terremoto de Lisboa devastaba la capital portuguesa y se dejaba notar en toda la Península Ibérica. Las palabras del corregidor benaventano se enmarcan dentro de la encuesta que el rey Fernando VI encarga al obispo de Cartagena, como gobernador del Supremo Consejo de Castilla que es, para conocer los estragos que ha provocado el terremoto en España.

El propio monarca, que siente el seísmo en sus propias carnes mientras se encuentra en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, quiere saber pueblo por pueblo las consecuencias que ha provocado el Terremoto de Lisboa. Para ello, el obispo de Cartagena escribe a los responsables políticos de todo el país para que le cuenten cómo han vivido la catástrofe. Pregunta si notaron el seísmo, a qué hora se sintió, cuánto duró, qué movimientos se observaron tanto en los edificios como en la naturaleza, si hubo fábricas destruidas, si fallecieron personas o animales y si hubo señales que anunciaran lo que iba a ocurrir. Este último punto es bastante interesante, ya que en diversos pueblos y ciudades, antes de que el fenómeno se manifestase, se presenciaron fenómenos anómalos y luces extrañas que los lugareños no dudaron en vincular con lo que se les venía encima el 1 de noviembre de 1755. Así por lo menos se desprende de las cartas en respuesta al gobernador del Supremo Consejo de Castilla, que se encuentran tanto en el Archivo Histórico Nacional como en la Real Academia de la Historia. Misivas que en su día fueron transcritas por el geofísico José Manuel Martínez Solares en un completísimo informe publicado por el Instituto Geográfico Nacional.

Un ejemplo de esas manifestaciones anómalas en la época, ya sean luminarias en el cielo o extraños fenómenos en elementos naturales, quedan patentes en la provincia de Zamora. Alcaldes mayores de diferentes poblaciones zamoranas, ante el aviso del obispo de Cartagena, no dudaron en plasmar esas situaciones que, a ojos de sus vecinos, eran inexplicables y escapaban a toda lógica. Como si de presagios se trataran, una serie de acontecimientos inusuales fueron vinculados directamente con el Gran Terremoto de Lisboa. Sucesos que no comprendían y que mezclan la experiencia con la mentalidad popular.

Fenómeno inexplicable en el agua y ‘señales en el cielo’ en Rábano de Aliste

Un primer acercamiento de los fenómenos anómalos vividos en Zamora durante el Terremoto de Lisboa en 1755 lo cuenta Joaquín Luis de Fontanilla, el alcalde mayor de Alcañices (comarca de Aliste). Fontanilla relata que en el pueblo hay varios portugueses y que uno de ellos, mediante cartas que el enviaron sus conocidos, contó los terribles estragos que el seísmo había causado en el país vecino. Asimismo, por la cercanía de Alcañices con la frontera de Portugal, el propio corregidor pudo conversar con comerciantes lusos durante una jornada de mercado. Sin embargo, cuando habla de lo ocurrido durante el Día de Todos los Santos, únicamente hace referencia a dos sucesos que tuvieron lugar en Rábano de Aliste, pueblo cercano y que entraba dentro de su jurisdicción.

Según el alcalde de Alcañices, en la fuente de Rábano de Aliste se produjo un enigmático fenómeno que nadie pudo explicar. Comenta en la carta enviada al obispo de Cartagena que el agua del manantial empezó a salir como si fuera color del barro, y posteriormente empezó a tornarse con un tono que recordaba a la ceniza. Así lo describe literalmente:

La fuente de Rábano (Rábano de Aliste) rompió con agua de color de barro, después la despedía de color de ceniza.

Esta alteración que ocurrió a ojos del alcalde de Alcañices no es lo único que habría sucedido durante esa trágica mañana de 1755. También narra que en su jurisdicción, durante los días posteriores a la catástrofe comenzó a escuchar voces que hablaban de «señales que se vieron en el cielo» la noche antes del Terremoto de Lisboa. El propio Joaquín Luis de Fontanilla dice que se tiene que informar más detenidamente sobre este detalle. No obstante, en más puntos de la provincia de Zamora esas luces extrañas hicieron acto de aparición durante la velada anterior al seísmo.

Extrañas luminarias sobre el cielo de Valparaíso

En ese sentido, cuando Esteban Márquez Delgado, encargado de informar sobre los destrozos provocados por el Terremoto de Lisboa de 1755 en Salamanca, comenta lo más llamativo que ha podido recabar en su zona de competencia, se detiene en el pequeño pueblo de Valparaíso. Esta población que actualmente solo cuenta con 50 habitantes y que da nombre al embalse de Valparaíso fue el escenario de un hecho que bien tuvo que reseñar el informante de Salamanca. Según este, un tal Andrés Quiñones se encontraba cruzando las tierras de Zamora para llegar a la ciudad salmantina cuando, antes del día del terremoto, a la altura de Valparaíso se topó con algo que no sabría explicar. De esta guisa lo cuenta Márquez Delgado:

Andrés Quiñones, que viniendo el día antes del terremoto de Valparaíso, tierra de Zamora, a esta ciudad, observó como a cosa de medio día, dos soles opuestos uno a otro, de modo que enfrente del natural se manifestaba otro en una nube, como muy semejante, y como imagen del primero, permaneciendo así toda la tarde hasta que se puso el Sol.

¿A qué responderían esos soles que vio Andrés Quiñones en la zona de Valparaíso? ¿Cómo estuvieron toda una tarde en el cielo zamorano? Esteban Márquez finaliza ahí su comentario de lo acaecido en la carta al obispo de Cartagena. Asevera que seguirá informando de las noticias que sucesivamente le sigan llegando de pueblos de la zona. A buen seguro lo hubiera hecho de escuchar lo que se vio en Toro la noche anterior al desastre.

Luminarias inexplicables y fenómenos aéreos anómalos en Toro

En Toro, al Supremo Consejo de Castilla llegó la información de que los edificios de la ciudad zamorana como de enclaves cercanos habían temblado durante cinco o seis minutos con «bastante violencia». La virulencia del seísmo fue tal que «relojes y campanas tocaron por sí»; y huyeron todos de las iglesias y de las casas, si bien no hubo que lamentar ningún daño personal ni material más allá de «algunos vahídos de cabeza». También se recoge que durante las nueve y media de la noche del 1 de noviembre de 1755, otro terremoto volvió a repetirse, aunque «tan levemente que no lo percibieron muchos».

Hay que mencionar que las aguas del Duero a su paso por Toro subieron y bajaron más de una vara (una vara castellana es poco más de 80 centímetros) durante el movimiento de tierra. Pero lo que más llama la atención es lo que ocurriría a las tres de la tarde del día anterior. La carta refleja que varias personas «de todos estados» notaron «dos soles«. He aquí el testimonio completo:

Varias personas de todos estados aseguraron haber notado el día antecedente a las tres de la tarde dos soles. A no mucha distancia del uno, que era el cierto, y en línea paralela a él, se vio una semejanza suya que solo se diferenciaba en ser más oscura que el original, y esta apariencia brillaba más cuanto aquel se oscurecía algo. Uno y otro comunicaban luz a un mismo tiempo, pues se notó que un cuerpo solo hacía dos sombras. El sol verdadero formaba en la parte inferior un medio círculo, cuyas extremidades miraban al Poniente; y más debajo de este medio círculo, había otro medio perpendicular entre los dos soles, con las puntas que eran más opacas hacia el Oriente, imitando sus colores a los del Iris, de suerte que entre los dos soles y este medio círculo componían un triángulo equilátero.

Dos soles haciendo juegos de luces y sombras que, quién sabe, si son los mismos que Quiñones presenció a su paso por Valparaíso. Todo ello mientras un «medio círculo» conformaba un triángulo equilátero con las otras dos extrañas luces. Esto parece muy difícil de poder explicar, más si cabe porque no hay más registros que el mencionado por escrito. Aunque durante ese intercambio de cartas hacia el obispo de Cartagena sí hay quien rechaza este fenómeno anómalo que se vio en el cielo zamorano el día antes al Terremoto de Lisboa de 1755. Para ello hay que situarse en la misma ciudad de Zamora, en la que también se avistaron estas luminarias.

Enigmáticas luces se presencian desde Zamora la mañana del terremoto

El encargado de dar explicación a esos «soles» no es otro que el intendente Velasco. Él es quien comunica los estragos que el seísmo habría provocado en Zamora. Al igual que en Toro, en la capital de provincia también se notó el temblor, en este caso en torno a las 10 de la mañana en palabras del remitente. Según Velasco hubo un «movimiento general de los edificios» que vino acompañado por «la alteración de los ánimos de las gentes». No en vano abandonaron con gran rapidez los lugares en los que se encontraban para salir a las calles «por libertarse de la ruina que temían». Eso sí, en los seis a siete minutos que duró el terremoto, «ni aún lo leve de una tapia se vio caer». Tras dar cuenta de cómo se siente en la ciudad zamorana la sacudida pasa a analizar esas luces extrañas que también se vieron desde la urbe.

Señala Velasco que, en el caso de Zamora, un centinela de la urbe atisba al amanecer del 1 de noviembre una «línea encendida» que se fue desvaneciendo hasta que desaparece por completo. Este fenómeno también habría sido presenciado por un oficial de la guardia de la urbe, avisado por el citado centinela tras contemplar aquello. Además el intendente relata que, al mismo tiempo, los religiosos del convento de San Francisco, situado justo al otro lado del río Duero, son testigos de un «fuego» que se mueve sobre unos molinos que se encuentran a poca distancia del lugar. Pero en lo que atañe a los «dos soles» que se vieron en Valparaíso y Toro (puede que también fueran esas «señales en el cielo» que se otearon en Rábano de Aliste) el informante asegura que el procurador de la zona de Sayago le comunicó el avistamiento de estos la misma mañana del terremoto (en los otros casos había sido el día anterior). Ante este testimonio, el remitente de Zamora contesta lo siguiente:

Aunque se pretendió esforzar que en Sayago, tierra de esta provincia, se vieron la mañana del terremoto dos soles, supe por las averiguaciones que practiqué haber sido incierto. Lo que el procurador de la misma tierra me afirmó haber visto fue a un lado de Levante una luz algo nublada distante de la que cerca al Sol; y de la división al parecer de una, y otra, arguyó la ignorancia, la duplicación de soles que divulgó.

Por tanto, para el intendente Velasco el testimonio de los «dos soles» es producto de la ignorancia. Se desconocen esas averiguaciones que realizó, ya que no aporta su aclaración al asunto o una posible explicación del fenómeno. Hoy en día se hablaría de «earthquake lights» o su acrónimo «EQL»: son las llamadas luces de terremoto. Como su propio nombre indica, se trataría de unas luminarias que aparecen y desaparecen en lugares donde la actividad sísmica es una constante, pero sobre todo surgen durante el terremoto o momentos antes de que este se produzca. Existen estudios muy interesantes sobre este fenómeno, como el de Friedemann Freud (astrobiólogo, minerólogo y miembro del SETI). Sostiene Freud que, a grandes rasgos, estas luminarias provienen de las cargas eléctricas que habría en rocas magmáticas que a su vez pueden generar conductividad. Aunque hay que señalar que el investigador se centra en las luces de terremoto cosísmicas, es decir, las que se manifiestan mientras el seísmo se produce. No entra a valorar esas EQL que habrían sido vistas no el día anterior, sino incluso semanas antes de que un temblor de tierra azote a una zona.

Hay muchos casos de luces de terremoto a lo largo de la Historia. Calístenes, sobrino de Aristóteles, ya las menciona en el seísmo que destruye las ciudades de Hélice y Bura durante el invierno del año 373 a.C.; o en 1600, mientras el volcán peruano Huaynaputina hace temblar a las urbes de Arequipa y Moquegua unas extrañas luminarias se hacen notar (una de ellas incluso entra dentro de un templo religioso). Ahora bien, las «earthquake lights» son registradas en los puntos donde un temblor se va a producir. En este caso, ¿cómo es posible que sea en Zamora y no en latitudes cercanas al epicentro del Terremoto de Lisboa de 1755? Hay que tener en cuenta que este se hallaba en pleno océano Atlántico. Sin duda, un interrogante que añade más leña al fuego a lo que se presenció durante aquellos días en estas tierras castellanas.

El terremoto de Lisboa y la misteriosa nevada en pleno octubre de Puebla de Sanabria

Hasta el momento nos hemos centrado en las extrañas luces vislumbradas en Zamora dentro del marco del Terremoto de Lisboa de 1755. Aun así, como señala el mandato real el obispo de Cartagena tenía que preguntar sobre posibles señales que anunciaran lo que se venía encima. En ese sentido, dicho punto de la encuesta da patente de corso a que los informantes recojan sucesos de toda índole dando vía libre a la mentalidad popular. De ahí que cualquier fenómeno que no encajase durante aquella jornada del Día de Todos los Santos era susceptible de ser pasado por el tamiz del pensamiento mágico y de vincularlo con el seísmo. Ejemplo de ello lo encontramos en Puebla de Sanabria. El gobernador de estas tierras, el licenciado Mariano Joaquín Polo, es el encargado de contestar al Supremo Consejo de Castilla acerca de lo vivido durante el temblor en su jurisdicción.

El gobernador asegura que durante la duración del terremoto las aguas del río Tera se salieron dos varas de su cauce. También señala que el retablo de la iglesia parroquial de Pedralba de la Pradería se ha venido abajo a causa de la sacudidad. Aunque lo interesante viene en la segunda parte de la carta. Ante la cuestión de señales que antecedieron y que presuntamente pronosticaban el terremoto, el licenciado Polo recurre a prácticos y ancianos, que le hacen saber de una nevada misteriosa que había ocurrido semanas antes de la catástrofe natural:

Nieves abundantes los días 17 y 18 de octubre, contra el orden regular de este país, y caso jamás visto, pues habiendo gozado hasta entonces un tiempo muy templado, repentinamente en la sierras se midieron dos varas por igual. Y en lo restante de Sanabria y Jurisdicción (…) hizo más estrago en los árboles y ganado que pudiera haber causado el terremoto más violento, pues como los frutales estaban cargados de hojas y frutos, y los robles y demás silvestres no habían dejado todavía la hoja, con el peso de la nieve unos se arrancaron, otros se quebraron y los demás se desgajaron (…) necesitándose algunos años para restablecer tan lamentables pérdidas. Y los ganados padecieron hambres y muertes, teniendo abundante otoño, por no poderle comer y coger a los dueños desprevenidos.

Llegados a este punto se puede tomar el aviso desde Puebla de Sanabria desde dos vertientes. La primera es buscar explicación de un fenómeno inusual como es que nieve en pleno mes de octubre; y la segunda es aprovechar la situación del mandato real para indicar lo ocurrido en la zona de Sanabria y, con calzador, dejar caer que necesitan ayudas para paliar lo que ha provocado esta misteriosa e inesperada nevada. Ambos casos tienen sentido: uno a través del pensamiento mágico y otro «aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid…».

Los vecinos de Benavente creen que ha llegado el Apocalipsis

Si los vecinos de Puebla de Sanabria lo pasaron mal semanas antes del Terremoto de Lisboa de 1755, los vecinos de Benavente les ocurrió lo mismo durante los minutos en los que se producen los temblores. Ya se ha citado el auténtico pánico que vivieron los benaventanos durante la aparente apacibilidad matutina del 1 de noviembre de 1755. Sosiego que iba a verse truncado en torno a las diez menos cuarto de la mañana cuando ese temblor «impetuoso y extraño» hace que abandonen los inmuebles con terror y espanto. De hecho, en esta ciudad de la provincia de Zamora sí que se notó con fuerza el seísmo, a tenor de lo que recoge el alcalde mayor:

Los templos y chapiteles se bamboneaban con violento impulso, de forma que el reloj de magnitud y peso que es bien nombrado, y las campanas de sus cuartos, todos se tocaron a un tiempo en la fuerza del movimiento (…) Y como era a hora en que se estaban celebrando los Divinos Oficios y en los templos había mucha gente, viendo semejantes temblores y que las piedras de los sepulcros se levantaban, todos asustados, cada uno, como pudo, procuró salir del peligro que amenazaba. Algunos sacerdotes que estaban celebrando misa dejaron de continuar y se salieron a la calle con las vestiduras sagradas, y los que estaban confesando desampararon los confesionarios. Los que estaban enfermos y aún en peligro, con el mayor trabajo y como pudieron, se salieron a las calles desnudos. Los dos ríos Esla y Órbigo, que circundan esta villa, salían de madre más de 12 varas, despidiendo las barcas que hay en ellos para navegar, y dejándolas en seco.

Los vecinos de Benavente, como atestigua la carta al obispo de Cartagena, creían que la «Última Hora», esto es el Juicio Final o el Apocalipsis, había llegado durante la mañana del 1 de noviembre de 1755. Incluso 12 horas después del primer embate de la tierra, se volvió a repetir una réplica, ya con los benaventanos en la calle «sobresaltados con lo acaecido por la mañana» y que no hizo más que aumentar «la congoja y desconsuelo». Tal era el miedo que se había apoderado de los vecinos de esta ciudad de Zamora que, según cuenta el alcalde, estuvieron toda la noche pidiendo a Dios misericordia a voces en el exterior de las casas. Asegura que, a pesar de que la velada fuera fría y que la escarcha no paraba de hacer mella, sus conciudadanos no pararon de hacer penitencia y cantar en clamor. el Santísimo Rosario.

Al día siguiente, al haber remitido las consecuencias del Terremoto de Lisboa, los vecinos de Benavente entendieron que los rezos y peticiones de clemencia durante la noche surtieron efectos. El Apocalipsis podía esperar en el municipio zamorano: «Y por haber libertado su majestad Su Majestad a este pueblo de la opresión en que se halló, el Cabildo eclesiástico y el Ayuntamiento de esta villa acordaron en rendir cada uno a las Imágenes que dictó su devoción, las gracias con rogativas públicas, lo que se ha ejecutado con rogativas públicas». Hay que entenderlo, no todos los días uno se salva del Juicio Final.

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