Ni Santiago apareciendo en batallas legendarias, ni la Inmaculada Concepción. El patrón de España debería ser Hércules. No hay ciudad histórica en el país que no tenga alguna vinculación con el héroe mítico. Algunas de estas relaciones aún perduran en los mitos, otras en libros de linajes que buscaban empoderar a determinadas familias y, por qué no, en románticos textos de la literatura más moderna. La presencia hercúlea en la Península es indiscutible, ya sea bajo la figura fenicia de Melkart, en el personaje mítico griego Herakles o en su semejante romano. Sin embargo, en algunos lugares, con el paso del tiempo, esas alusiones al semidiós se han ido disipando. Ya sea por el contexto histórico o por el esfuerzo de demonizar cualquier elemento considerado pagano, estos antiguos relatos se han tenido que adaptar. Es en este punto cuando entra en juego la fuerza del mito y el poder de la leyenda, capaces de ocultar entre líneas, de forma velada, una apabullante realidad que la convierten en inmortal. Dos ejemplos claros de ello se encuentran en Salamanca y en Segovia.
La leyenda de la cueva de Salamanca: el Diablo dando clases de magia
La leyenda más extendida de Salamanca se halla en la cuesta de Carvajal, junto a la Catedral Vieja de la ciudad. Allí se encuentran las escaleras de la cripta de San Cebrián (o San Cipriano, que algunos vinculan con la magia), más conocido el enclave como la cueva de Salamanca. En ese lugar, según la tradición, era el escenario escogido por el Diablo para impartir clases de magia y prácticas heterodoxas a siete alumnos. Por todos los salmantinos es sabida la historia del marqués de Villena, que teniendo que sufragar los gastos de dichas clases, consiguió burlar al Maligno previa pérdida de su sombra.
Esta es la leyenda de la cueva de Salamanca más extendida, aunque no la única. También se recuerda a cierto sacerdote de nombre Clemente Potosí o «Clemesín» que organizaba reuniones secretas en los sótanos de la iglesia de San Cebrián con aquellos estudiantes ávidos de conocimientos, aunque estos fueran heterodoxos. En estos conciliábulos se invocaría a una cabeza parlante, que era la encargada de enseñar estas prácticas mágicas que eran perseguidas en el exterior. Encuentros clandestinos que finalizaron con Isabel la Católica que, pensando que muerto el perro se acabaría la rabia, mandó tapiar esta entrada a los subterráneos de la ciudad del Tormes de los que Pedro Botello de Moraes da cuenta en su Historia de las cueva de Salamanca. Mala decisión la de la reina, ya que no solo no se acabó con el rumor, sino que quedó plasmado por la pluma de grandes literatos, traspasó la frontera con el Viejo Mundo y surcó el océano hasta llegar a América. Si no, solo hay que preguntar en determinados países hispanoamericanos qué son las «salamancas». Pero esta no es la única referencia legendaria que existe del Diablo haciendo de las suyas.

El acueducto de Segovia y su construcción por el Diablo en una sola noche
Si en Salamanca hace las veces de profesor de magia, en Segovia el Diablo se pone el casco y el traje de obra. Si en la ciudad del Tormes da clases en la cripta de San Cebrián, en la del Eresma le da por construir el famoso acueducto. Además que en Segovia también se encuentran vestigios del ya mencionado marqués de Villena, pero ese es ya otro tema. El Diablo en cuestión, según la leyenda, se aprovecha de una inocente joven que está cansada de subir y bajar de la ciudad día sí y día también para coger agua.
La historia cuenta que la aguadora, en un momento de cansancio, se quejó de su trabajo diario con los cántaros a cuentas. No tardó mucho en presentarse ante ella el Diablo, que le ofreció hacer un acueducto en una noche si a cambio le entregaba su alma. Buen trato tuvo que pensar la joven, que accedió sin miramientos, ya fuera por ingenuidad o porque no veía capaz al Maligno de llevar a cabo tal empresa. A pesar de ello, la muchacha segoviana no tardó en arrepentirse, tirándose toda la noche rezando, mientras que entre piedra y piedra colocada aquel malvado personaje se relamía. Sin embargo, había cantado victoria antes de tiempo, porque cuando fue a colocar el último pedrusco del acueducto de Segovia algo le paraliza por completo. El gallo había anunciado la mañana y, por tanto, no se había culminado su obra. Es así que la jovencita respiró aliviada, el Diablo desapareció y los segovianos no vieron tan mal el nuevo elemento de la ciudad. Así, en el hueco que faltaba colocaron una figura de la Fuencisla, patrona del lugar.

Hércules, constructor de la cueva de Salamanca y encargado de crear la academia de magia
Hasta aquí sendas leyendas diablescas, pero ¿qué relación tienen con Hércules? Sin duda, toda. Ambos relatos encubren la figura hercúlea, como si solo fuera accesible a quienes saben leer entre líneas. Si se rasga un poco en estas historias, se deja entrever la demonización del héroe mítico bajo la figura del Diablo. Las leyendas son idénticas, el pecado continúa, pero es el pecador el que cambia. Ni el Maligno dio clases en la cueva de Salamanca ni se puso el mono de trabajo para construir el acueducto de Segovia. Solo encubre las viejas historias míticas que se atribuyen en estas ciudades al semidiós de la Antigüedad.
En primer lugar, si se acude a las crónicas medievales que mencionan la cueva de Salamanca, se habla de Hércules y no del Diablo como el encargado de crear una academia de magia en una ciudad. En una obra francesa de la Edad Media titulada Le recueil des histoires de Troyes, escrita en torno a 1475 por Raoul Lefèvre, se menciona que el mítico héroe llegó a «Salamanque» donde creó un agujero en el que se impartiesen todo tipo de artes, incluidas las mágicas. No obstante, ante la incapacidad de los estudiantes de entender por sí solos todo aquel conocimiento prohibido, fue el propio personaje mítico el que tuvo que tomar cartas en el asunto. Como este tenía que continuar fundando ciudades por la Península Ibérica y haciendo sus cosas de héroe, Hércules decidió colocar una estatua a su imagen y semejanza que poseía el don de hablar para resolver cualquier duda en esa cueva de Salamanca. Este manuscrito de Lefèvre, cuyo pasaje fue dado a conocer por el todavía recordado catedrático salmantino Manuel García Blanco, muestra el origen de esta famosa historia que fue desvirtuada.
(Traducido del francés) «Hércules se encontraba en la ciudad de Salamanca y por lo bien poblado quiso hacer un acto solemne. Con el puño hizo un agujero muy grande en el suelo en el que estudiar con otros muchos libros»

El mítico héroe griego, fundador de Segovia: ¿estatuas de Hércules en el acueducto?
De hecho, a día de hoy en la fachada de la Universidad de Salamanca, aquel que esté ojo avizor podrá descubrir la figura de Hércules observando desde lo alto a los salmantinos, los mismos que han olvidado la leyenda primigenia del enclave que se puede presenciar en la cuesta de Carvajal. Algo parecido a lo que sucedería en el acueducto de Segovia, en el que antes de estar la imagen de la Fuencisla en el hueco que hay, antes existiría la estatua de Hércules. Porque en este caso, el encargado legendario de la construcción del famoso atractivo turístico de la ciudad, lejos de recaer en el Diablo, lo hace en el personaje mítico clásico. Por ejemplo, Diego de Colmenares ya cuenta en su Historia de la insigne ciudad de Segovia a principios del siglo XVII que no solo la urbe fue construida por el semidiós clásico, sino que también atribuye el acueducto de Segovia y el Alcázar al realizador de los Doce Trabajos.
«Habiendo Hércules fundado nuestra ciudad en su primera venida a España, como entendemos, fue por los años de la creación del mundo, 2.250, y después del Diluvio 592, y antes del nacimiento de Jesucristo redentor del mundo, 1.706, en tiempo en que el patriarca José, con su padre, hermanos y familia, asentaba vivienda en Egipto; habiéndola sustentado en la hambre de los siete años, reinando Osiris Faraón, padre de nuestro Hércules. El cual determinando pasar por Italia a castigar las tiranías de los hijos de Lestrigón, dejó por rey de España a Hispalo o Hispano, que algunos escritores modernos hacen diversos, siendo uno».
Colmenares da rienda suelta a sus cábalas del origen de Hércules, señalando que se trata de su variante egipcia la que fundó Segovia. Pero no se queda solo aquí, sino que señala que el constructor indiscutible de la ciudad también lo era de la Puente Seca, como se conocía en su época al acueducto segoviano. Además el historiador se encarga de detallar la existencia de no una, sino varias estatuas dedicadas al mítico personaje.
«De donde nació la fama popular de que Hércules hizo la Puente; y cierto es que en aquellos nichos hubo antes estatuas, que si los pasados, cuando las quitaron, pusieran (como debían) memoria de lo que quitaban, sirviera de luz a nuestras tinieblas».

Tinieblas que sin duda van aparejadas al momento en que deja de ser Hércules para ser una figura desterrada y vilipendiada que había que mandar al ostracismo como todo lo que oliera a pagano. Una pista de ello la da, quizá inconscientemente o de forma intencionada, Antoine de Lalaing, sirviente de Felipe El Hermoso cuando llega a España. Ni corto ni perezoso muestra el instante en el que la figura del héroe clásica ya estaba desvirtuándose para convertirse su leyenda en la del Diablo constructor.
«El puente que el diablo llamado Hércules hizo en un día».

Menos mal que las referencias segovianas a Hércules no se han disipado por completo. Para ello, solo hay que acudir al convento de Santo Domingo el Real, que raramente tiene abiertas sus puertas. En el recinto perteneciente a las monjas dominicas, un enorme baluarte se levanta. Es la Torre de Hércules, quien incluso da nombre a un callejón estrecho y por el que pocos o ningún turista transita. Como no es de extrañar, esta antigua fortaleza también fue atribuida al semidiós, pero lleva su nombre por un detalle crucial para entender su denominación y quienes lo han visto se cuentan con los dedos de una mano.
En la escalera que asciende a lo alto de la Torre de Hércules existe un relieve de gran acabado que recuerda al verdugo del gigante Gerión. En este caso, se encuentra batallando contra un jabalí (un «puerco montés» como lo llama Colmenares). Más detalles de la escultura fueron aportados por Bosarte a principios del siglo XIX, que afirma que se encuentra en los últimos escalones para llegar a lo alto de la galería y en un estado bastante desgastado. Además resalta la fealdad de la figura de la que dice que es «la última imbecilidad del arte» y que «el gótico más gótico no es peor». Quizá también sea esta una forma moderna de demonizar al héroe mítico, quién sabe…

Excelente! El Diablo no dio clases , pero Álvaro Aluna sí
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