El príncipe mago de Bulgaria acusado de ser hombre-lobo

El puerto de Burgas es el de mayor importancia en Bulgaria. Un total de 14 muelles con 965 metros de longitud cada uno lo convierten en el más grande del país balcánico. De hecho, esta ciudad bañada por el mar Negro no se puede entender sin su colosal embarcadero. Todo gira en torno a él. Sin embargo, todo aquel que acude al puerto marítimo se topa de bruces siempre con una enigmática estatua. Es complicado pasarla por alto, ya que la estatua tiene un tamaño suficiente para que no pase desapercibida. Solo su base con forma de mastaba del Antiguo Egipto ya cuenta con tres metros de altitud. Su figura además no iba a ser menos. Se trata de una escultura de bronce de color verdoso con un hombre desnudo hasta la cintura. Sus brazos se encuentran extendidos y su tronco está recubierto por unas cadenas que parecen aprisionarlo. Pero el detalle principal se encuentra en su nuca. Quien da una vuelta sobre la obra se da cuenta que, en su parte posterior, la cabeza del individuo se transforma en un fiero lobo a punto de atacar. Ahí es cuando uno se percata de quién es el personaje representado en esta ciudad portuaria del este búlgaro. Un sujeto que se halla a caballo entre la historia y la leyenda. Unos dicen que era una especie de licántropo. Otros que consiguió convertirse en el hechicero más poderoso de aquellas tierras. Los relatos sobre Bayan el Mago aún están muy presentes en todo el territorio de Bulgaria.

Bayan, un príncipe mago al servicio del zar

No obstante, ¿quién era Bayan el Mago? Pocos datos históricos existen sobre él. Su biografía legendaria transporta irremediablemente a la Edad Media, concretamente a la corte del zar del Primer Imperio búlgaro. En el palacio de Preslav nacería en el año 910 como el tercer hijo de Simeón el Grande, quizá el gran personaje de la Historia de este país del Este. También, con los años, se convertiría en el consejero de su hermano, Pedro I de Bulgaria, durante unos cuantos años.

A partir de aquí, las densas brumas del pasado caen sobre Bayan el Mago. Vacío que las leyendas y cuentos populares saben parchear de forma inmejorable. Todo ello contextualizado en una etapa en que la peste causa estragos y los ataques enemigos son constantes. Mientras que los detalles y los documentos históricos recaen sobre la figura de Pedro I de Bulgaria, el mito y el ensueño calan hondo en su hermano, bautizado con el nombre de Benjamín. Tal es así que cuentan que mientras el zar gobernaba firmemente a los búlgaros, en la sombra Bayan hacía lo propio por medio de la magia, la hechicería y los encantos secretos.

Estatua de Bayan el Mago en el puerto de Burgas

Bayan el Mago y el estudio de las artes prohibidas

La relación de Bayan con las artes mágicas vendría desde su juventud. A pesar de los constantes enfrentamientos entre búlgaros y bizantinos, el joven príncipe se marcha a estudiar a la Escuela de Magnaura, en plena Constantinopla. En dicho recinto solo se impartían clases a unos pocos elegidos, pertenecientes siempre a la realeza o a la aristocracia. Si bien la enseñanza estaba centrada en las grandes materias de la época, no se daba la espalda al estudio de los antiguos conocimientos, muchos de ellos provenientes de Oriente. Por ello, si alguien estaba ávido de saberes que fueran más allá, sabía que en aquel lugar de la capital bizantina podía entrar en contacto con ellos. Allí podía acercarse a las ciencias mágicas. Podía iniciarse en artes ocultas y conocer de cerca los procedimientos de la transmutación de la materia. También acceder a los principios de Hermes Trimegisto y de los misterios egipcios, llegados a la antigua Bizancio desde hacía ya tiempo.

Bayan estudia entonces en la Escuela de Magnaura. Sigue los pasos de su padre, Simeón el Grande, y del enemigo de este, Nicolás el Místico. Ambos habían sido educados en este enclave de Constantinopla, así que el príncipe búlgaro no iba a ser menos. Pero él quiere ir más allá de las clases de aritmética, retórica o geometría. El joven rápidamente se interesaría por los antiguos saberes orientales. Según cuenta Petar Dimkov en su Medicina popular búlgara, el muchacho entraría en contacto con una comunidad secreta de sacerdotes egipcios que existía en la capital bizantina. Ellos mismos habrían sido los encargados de instruirlo en las ciencias prohibidas.

Aun así esto solo es una parte de la leyenda. Hay otro relato en Bulgaria que cuenta que, antes de ir a la Escuela de Magnaura, el joven Bayan marcha a Siria, centro del esoterismo por excelencia en la Edad Media. En Oriente Próximo es iniciado en todo tipo de artes mágicas y posteriormente acude a estudiar a Constantinopla. Asimismo lo hará con un enigmático anillo de esmeraldas en el dedo, símbolo de que había sido introducido e iluminado en un saber accesible solo a unos pocos. En todo momento tendrá presente lo aprendido en el país siríaco, hasta tal punto que comienza a ser conocido como Bayan el Mago por la sabiduría que había acumulado de repente.

Sótanos del Palacio de Magnaura, donde pudieron darse clases de artes mágicas

Los poderes sobrenaturales del príncipe mago búlgaro

A partir de su regreso como consejero de Pedro I de Bulgaria, el príncipe ya no es el que era. Todos se dan cuenta de que Bayan se ha convertido en un hombre extraño. Saben que, cuando puede, hace las veces de mago en una cueva oculta escondida en alguna de las zonas montañosas del país. De ella solo sale cuando su hermano le reclama para asuntos de Estado en tiempos difíciles. Para ello, no duda en hacer todo tipo de hechizos y rituales para favorecer al zar. Sus invocaciones buscarían propiciar que todas las decisiones en el campo político o de batalla fueran satisfactorias.

Aun así, el halo de misterio que cubre a Bayan el Mago va más allá. La leyenda cuenta que es capaz de teletransportarse de un extremo de Bulgaria a otro. De esta forma, iría de su cueva hasta el palacio de Preslav y viceversa en un abrir y cerrar de ojos. Pero también aseguran que sabía dominar todas las leyendas naturales. Por tanto, no habría enfermedad que el consejero real no fuera capaz de curar. Incluso las epidemias no eran un problema para el sabio búlgaro. Todas las propiedades de las plantas estaban a su servicio cuando este las requería. Aunque lo que más llamaba la atención sería cuando aquel hombre se vestía con pieles de animales, especialmente, de lobo.

Pedro I de Bulgaria, hermano de Bayan el Mago

Bayan el Mago, ¿un hombre-lobo en Bulgaria?

Bayan el Mago ha pasado a la historia como una especie de hombre-lobo búlgaro. Que en el puerto de Burgas haya una estatua de tales características no es una casualidad. Solo se basa en el relato que afirma que el hechicero era capaz de convertirse en este animal cuando quisiera. Esta idea estaba tan presente que el obispo Liutprando de Cremona, embajador del emperador alemán Otón I, lo acusa de licantropía en el año 949 sin ningún tipo de miramiento:

«Simeón tuvo dos hijos. Uno se llamaba Bayan y el otro que aún vive y gobernó a los búlgaros, Pedro. Sin embargo, Bayan había estudiado la magia hasta el punto de que inmediatamente se convirtió en lobo y cualquier otra bestia que quisieras… Era fuerte en magia, en hechicería y en encanto secreto».

Las palabras de Liutprando de Cremona son reveladoras. No solo son los testimonios documentales más reseñables sobre Bayan el Mago y sus prácticas, sino que dan a entender que no vivió mucho tiempo. Se presupone, según esta carta, que el hermano de Pedro I de Bulgaria ya había fallecido y, como mucho, habría superado la treintena. Aun así, más allá de ello, la fama de este personaje de convertirse en lobo tuvo que ser notoria. Quizá presenta analogías con otro Benjamín, en este caso bíblico, que es comparado con un lobo. Por ejemplo, en el Génesis 49:27 se dice lo siguiente:

«Benjamín es un lobo arrebatador: a la mañana comerá la presa, y a la tarde repartirá los despojos».

Tenga algo que ver esta mención o no con el nombre de pila de Bayan y su presunta licantropía, lo cierto es que no es la única referencia a su facultad de transformarse en animal. Aparte de su facultad de convertirse en lobo, también sería capaz de transmutarse en águila. De ello da habida cuenta el Cantar de las huestes de Ígor, una de las obras medievales eslavas más importantes. Esta menciona el poder sobrenatural del sabio búlgaro en metamorfosear su imagen en un animal:

«¡Comencemos esta canción sobre eventos, sobre cosas reales, no con los inventos de Bayan!» Bayan es un experto en palabras, pero apenas escribe, se enreda en los árboles y vaga como un lobo, como un águila bajo las nubes. Para tiempos pasados ​​​​de batalla, tan pronto como recuerda, diez halcones vuelan contra una bandada de cisnes (…) Pero Bayan no envió diez halcones contra una bandada de cisnes, hermanos, sino que puso sus dedos proféticamente hábiles en cuerdas vivas, y tronaron por la gloria del príncipe».

¿Tenía el mago búlgaro la capacidad de convertirse en animales? ¿Fue Bayan un hombre-lobo? Los testimonios escritos están ahí, a la espera de ser estudiados. Lo que sí es cierto es que el mito del licántropo está muy arraigado tanto en Bulgaria como en todos los Balcanes. Leyendas de todo tipo circulan a día de hoy por este país del Este de Europa, relatos sobre humanos capaces de transformarse en lobos cuando la luna llena hacía acto de presencia. Un folklore del que el tercer hijo de Simeón el Grande no pudo escaparse.

Bayan fue acusado de convertirse en lobo

El mago de Bulgaria y su ‘relación’ con el bogomilismo

Como tampoco pudo huir de la vinculación con el movimiento bogomilo. Estos hombres y mujeres, conocidos como los «cátaros del Este«, a pesar de que son más antiguos que los albigenses, tuvieron especial arraigo en Bulgaria. En un principio esta corriente religiosa con tintes gnósticos no tendría nada que ver con Bayan el Mago, pero en 1933 un nuevo enigma histórico va a surgir de la nada. Durante ese año, el profesor Nikolai Raynov, uno de los eruditos búlgaros más importantes del siglo XX, se encuentra en Malta en busca de documentos que hablen del bogomilismo. Allí recibe permiso de los caballeros de la Orden de Malta y el estudioso consigue entrar en unos archivos secretos escondidos en un depósito subterráneo. No se sabe qué es lo que encuentra Raynov en este sótano maltés, pero la leyenda dice que se topa con un cofre de hierro lleno de legajos que contarían la verdadera historia de los bogomilos, donde Bayan sería pieza fundamental.

Nunca desveló el contenido de esos legajos, pero cuando el profesor Raynov escribe su obra Leyendas de los bogomilos en ella menciona que el iniciador de esta corriente no es otro que Bayan el Mago durante el reinado de Pedro I de Bulgaria. Según el erudito, fue él quien fundó el bogomilismo y que el padre Bogomil, o bien no existió (este nombre significa algo así como «querido por Dios») o bien fue el primer y más aventajado alumno del príncipe ocultista. A partir de entonces, estos «cátaros del Este» se extienden por todos los Balcanes y se alzan como un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades religiosas. A pesar de ello, lo que cuentan de Raynov tiene más sombras que luces. Hay que tener en cuenta que cuando él llega a las islas mediterráneas en busca de esos legajos desconocidos, es imposible que los caballeros de la Orden de Malta le dejaran acceder a sus archivos secretos. Básicamente porque llevaban ya más de un siglo fuera de aquel archipiélago tras ser expulsados por Napoleón…

Nikolai Raynov

La escuela de magia de Bayan el Mago en Preslav

Por tanto, la idea de Bayan el Mago como iniciador del bogomilismo hay que cogerla con pinzas. Todo puede ser una invención del profesor Raynov y se puede rastrear dónde la sitúa. En este caso, hay que acudir a Preslav, donde el propio autor señala que este personaje creó una escuela de artes mágicas en un lugar concreto. Según Raynov, el patriarca Esteban II le cede a un joven Bayan una sala subterránea en el 928 bajo el altar de una iglesia de Santa Paraskeva (en un principio, ninguna iglesia habría existido en este lugar con este nombre). Después del regalo, el 13 de abril de ese año, Bayan realizaría en ese preciso enclave una reunión secreta donde 21 personas fueron introducidas en las ciencias mágicas por medio de dos sabios provenientes de Siria.

A la muerte de ambos, los magos de Oriente habrían sido enterrados allí. Entre la veintena de personajes que habrían estado en la legendaria reunión se encontrarían grandes personajes religiosos de la Bulgaria medieval como Gavril Lesnowski; de bogomilos que solo Raynov menciona como son Peter Osogovski, una joven llamada Makrina o un tal Svetomir el Macedonio; así como figuras enemigas de Bulgaria como el emperador bizantino Basilio II Bulgaróctono. Todos ellos recibieron una iniciación por parte de los dos siríacos y de Bayan el Mago para que hicieran partícipes a más personas de ese conocimiento prohibido. No obstante, la falta de referencias sobre la supuesta iglesia de Santa Paraskeva en Preslav (hubo un templo y un monasterio, pero no con ese nombre), la no coincidencia en vida de todos los personajes citados en el conciliábulo y la limitación del profesor a decir que esos nombres solo se encuentran en ese supuesto cofre de hierro que nadie ha visto… Cada uno que saque sus propias conclusiones, pero todo apunta hacia una persona que no es otra que Nikolai Raynov.

Ruinas de la iglesia Redonda de Preslav

Una tradición búlgara puede recordar al mago

A pesar de la «intromisión» en la leyenda de Bayan el Mago por parte de este estudioso búlgaro del siglo XX, todavía existen muchas historias que giran en torno a este misterioso personaje. Una de ellas es una tradición muy arraigada en el este de Bulgaria conocida como el «buenek» y que cobra especial relevancia en Cuaresma. Se trata de una especie de danza ritual en la que se busca atraer la salud y la fertilidad. Jóvenes mujeres, ataviadas con trajes de época y al son de canciones populares, intentan llamar la atención de unos muchachos que llevan un hacha en el hombro como símbolo de fuerza y vigorosidad.

Se desconoce el origen del «buenek«, aunque los investigadores del país se decantan por dos hipótesis. La primera dice que se celebra en honor al martirio del príncipe Boyan de Bulgaria, más conocido como San Enravota, por negarse a renunciar al cristianismo frente a los antiguos dioses paganos de la zona. Sin embargo, la otra idea tiene que ver, cómo no, con cierto mago de nombre Bayan que al dominar las leyes de la Naturaleza bailaba y cantaba como nadie, mientras que las damas más bellas caían rendidas ante él por medio de sus hechizos. Es así que tiene que ver con un «Benjamín», únicamente hay que descifrar cuál de ellos es.

El ‘buenek’ es una tradición que podría estar relacionada con el mago príncipe

La cueva de Lepenitsa, morada de Bayan el Mago

Esto en cuanto a una tradición búlgara que se resiste a desaparecer, pero todavía persisten enclaves de leyenda vinculados a Bayan el Mago. En los montes Ródope, situados entre Bulgaria y Grecia, se halla la mágica cueva de Lepenitsa. De más de un kilómetro de recorrido por el subsuelo, se trata de una de las joyas geológicas que se hallan en el país. Cuenta con dos niveles, lagos, un río subterráneo, todo tipo de estalactitas y estalagmitas que en la oscuridad parecen figuras que asustan a todo aquel que pasa al lado de estas. Eso y que bien pudo ser habitada hace miles de años. Así que no hay lugar como esta red de galerías para que lo legendario y lo insólito bullan sin necesidad de aditivos.

La tradición popular narra que la cueva de Lepenitsa fue la morada secreta de Bayan el Mago. Entre sus cámaras se retiraría para dar rienda suelta a sus prácticas mágicas e ignotas invocaciones. En este recinto accedería bajo su misteriosa capa para luego transformarse en lobo, en águila o en lo que fuera menester. Después, si se enteraba de que lo reclamaban desde el palacio de Preslav, a través de sus hechizos se teletransportaba en un santiamén. Los lugareños además mantienen que las pinturas prehistóricas que hay en la zona bien pudieron ser los ritos que Bayan llevaba a cabo en aquellos lares, para así transmitirlos a unos pocos que supieran interpretarlos.

Cueva de Lepenitsa donde Bayan pudo tener su morada secreta

Sea cierto o no que el príncipe hechicero viviera en esta cueva de los montes Ródope, el recuerdo de Bayan el Mago sigue muy presente en el folklore de Bulgaria. El siglo XIX supo inmortalizar su semblante en relatos románticos. Por otro lado, en el siglo XX y trabajos del profesor Raynov aparte, el creciente interés por el bogomilismo hizo que su mito tuviera más añadidos. Condimentos que de ninguna forma necesitaba. Su leyenda ya tenía atractivos suficientes. Solo hay que ver la estatua del puerto de Burgas para darse cuenta de ello.

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